Es verdad que el título podría ser exagerado, si uno lo compara a los sufrimientos de los cristianos en tantas partes, como en Siria, o en otros lugares donde están nuestros misioneros. Pero los otros días se me vino este pensamiento… Dios quiera que toda esta agresión no siga adelante, y no siga sangrando.

Hace unos meses, muere un sacerdote en la Isla de Sanzíbar… se quiere quemar la iglesia… El Domingo pasado, 5 de mayo, nos sorprende la noticia de que una bomba deja el saldo de tres muertos y 57 heridos. Aunque los medios de comunicación dicen que es sólo un muerto… y como dice el diario ABC de España, se trata de una “supuesta bomba”… El mundo quiere ignorar lo que sucede. ¿Qué puede haber sido, me pregunto yo, sino fue una bomba? Que lo expliquen.

Los otros días pensaba en esto que ahora comparto con ustedes… cuando estábamos en un día Eucarístico organizado por el obispo para pedir por la paz. Y eso que este día de oración había sido prefijado con un mes de anticipación, cuando se veía que la situación en Tanzania iba empeorando. Cuatro días antes del encuentro eucarístico, sucede este trágico y lamentable episodio.

¿Quiénes son los que murieron? No lo sé… pero se me daba por pensar que tal vez era un padre de familia, que todos los días salía a trabajar para darle de comer a su esposa y sus hijos… ¿cuántos hijos? No sé, tal vez uno, o cinco… O sería una madre, de cuyo amor, cuidado y cariño ahora se verían privados esos pequeños… o tal vez no tan pequeños. O sería un joven, que estaba soñando con ideales y estudios… O un niño con toda una vida por delante, y el dolor de los padres a los que se les arrebata lo que más aman.

Es decir, me quería imaginar esas tres víctimas de este atentado… pero como personas concretas, como personas que podrían ser conocidos míos.

¿Quiénes son los heridos? Vaya a saber… son muchos, 57… y si dejamos de pensar sólo en el número… tal vez algunos de ellos regresaron al otro día a sus casas. Pero otros seguirán sufriendo mucho tiempo. Algunos pueden haber sido privados de una mano o un brazo, con el que yo estoy escribiendo; o de los ojos que me permiten a mí ver la luz; o una madre que no podrá ver mas a sus hijos… No es sólo un número de heridos.

Se me da por pensar en las palabras de san Pablo: “Completo en mi cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo”. Cristo continúa su agonía… en su cuerpo místico.

Nosotros debemos sufrir con ellos… “Lo que hacéis a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hacéis…”, dice Cristo, pero debemos decir nosotros también lo mismo… lo que hacen a mis hermanos, me lo hacen a mí… y yo estaba ese día allí… y puedo llorar con los familiares de los que murieron, y abrazarlos y consolarlos. Por eso podemos decir que “sangra Tanzania”.

El día de oración por la paz en Tanzania se transformó también en oración por las víctimas de la violencia. El ánimo de todos era de verdadera oración y unión con los cristianos de Arusha. Había un gran espíritu de oración. Creo que ya todos en estas tierras pueden pensar que les puede tocar dar el testimonio de la sangre. Al final de la misa se realizó una colecta para ayudar a las víctimas… y como es costumbre aquí, casi todos pasaron… desde los niños hasta los grandes… y los sacerdotes y las religiosas… a aportar su óvolo.

Luego se comenzó la procesión en medio de la ciudad… procesión larga… casi tres cuadras de largo. Y larga en tiempo… fueron mas de dos horas. A lo largo del recorrido, veíamos muchos ojos atónitos, y también algunos poco amigables.

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El obispo fue acompañando el Santísimo Sacramento todo el tiempo. Iba mirando la custodia, y alentando a todos a rezar y cantar con fuerzas. La custodia fue portada por todos los sacerdotes por turnos.

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Yo pensaba que todos nosotros en esos momentos sabíamos que así como nosotros estábamos en torno al obispo, todos los sacerdotes y las religiosas de la diócesis… los feligreses en gran cantidad… De la misma manera habían estado cuatro días antes los cristianos de Arusha… cantando, rezando.

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Para mí ha sido la procesión de Corpus más sentida de la que he participado…

Fue un testimonio grande… Esta es la iglesia de Tanzania… dispuesta a dar la sangre, y ser semilla de nuevos cristianos.

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Y dispuestos todos a dar la vida para que esta tierra siga siendo “Jardín de Paz”, como la llamó el Beato Juan Pablo II.

P. Diego Cano, IVE.

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