São Paulo, 10 de novembro de 2021

El pasado 02 de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, realizamos aquí en nuestro convento los Ejercicios Espirituales, como es de costumbre.

El retiro fue predicado por el Padre Fabio Vanderlei, IVE, en el cual participaron 82 mujeres. Fue asistido por algunas hermanas, entre novicias y postulantes, del Noviciado Maria de Jesús Nazareno.

Realizar un apostolado como éste, exige siempre una intensa preparación y mucho espíritu de sacrificio, sobretodo en el primer día en que recibimos las ejercitantes. Como no tenemos una casa propia para retiros, ellas se acomodan en nuestra casa, lo que generalmente implica desocupar todo para acogerlas mejor, dando todo lo que tenemos, aunque no sea mucho.

De modo particular, en este último retiro sucedió algo increíble y muy especial.

Vino a participar una señora que estuvo siempre muy próxima a nosotras desde que conoció nuestra Familia Religiosa, y fue muy querida por todas las hermanas. Su hija más joven fue postulante de nuestro Instituto. Lueli Sanchez entró en contacto con nosotras diciendo que tenía gran necesidad de hacer los Ejercicios, y aunque ya se habían cerrado las inscripciones, buscamos por todos los medios para que ella pudiera participar de los mismos, debido a su insistente pedido.

En el retiro, ella hizo su confesión general, se preparó para recibir la indulgencia plenaria, que se conceden por la realización de los Ejercicios Espirituales y por el día de los fieles difuntos y, al final, estuvo festejando muy alegre con todas las hermanas y las otras ejercitantes. Se veía muy feliz, dio testimonio de cómo había alcanzado la gracia del perdón y cómo por eso sentía una gran paz: “El retiro fue una bendición. Si muriera entre hoy y mañana estaría muy feliz, pues estoy en estado de gracia”, le dijo a una de las hermanas. Pedía insistentemente que rezáramos por ella, diciendo: “es por eso que busco ser amiga de las hermanas, porque sé que cuando yo muera tendré alguien que rezará por mí”.

Al día siguiente, 03 de noviembre, por la mañana, Lueli fue al colegio San José en Osasco, donde nuestras hermanas realizan apostolado, para participar de la Santa Misa. Durante la celebración, precisamente en el momento de la Consagración, ella comenzó a sentir dolores en el pecho y fue socorrida por una mamá de uno de los alumnos. Ésta llamo al Señor Antonio, uno de los funcionarios del Colegio y la llevaron al hospital. De camino al mismo, ella afirmó saber que era un infarto lo que le había ocurrido, pero estaba tranquila porque se había confesado, murió antes de llegar al hospital.

Durante la predicación de los Ejercicios, el Padre dio énfasis en la meditación y preparación para la muerte, en la Misa de las vísperas de los fieles difuntos y eligió como primera lectura la Carta de San Pablo a los Romanos 14, 7-12), cuyo texto dice: “Hermanos: nadie entre nosotros vive para sí mismo o muere para sí mismo. Si estamos vivos, es que en el Señor vivimos; si morimos, es que en el Señor morimos. Por tanto, vivos o muertos, pertenecemos al Señor. Cristo murió y resucitó exactamente para eso, para ser el Señor de vivos y muertos”.

Lueli murió al día siguiente a la conmemoración de los al otro día del día de los Fieles Difuntos y la conclusión de los Ejercicios Espirituales y participando de la Santa Misa diaria. Todo esto nos muestra la enorme providencia de Dios, pues ella hizo los Ejercicios Espirituales que tanto deseaba, en la ocasión de la conmemoración de los Fieles Difuntos, preparándose así para su propia muerte. Realizó su confesión general, recibió no sólo la gracia de ser perdonada, sino también una gracia especial de perdonar, recibió indulgencia plenaria, deseo la muerte por sentirse en paz y satisfecha. Se hizo amiga de las hermanas y ganó intercesoras como deseaba. ¡Qué gracia grande!!! Dios le concedió la gracia de una buena muerte.

Este acontecimiento, sorprendió e impresionó a todos, y dejó manifiesta la infinita misericordia de Dios, cuya Providencia ordena todos los acontecimientos de la historia para salvación de sus elegidos.

No hay dudas que Dios permitió esto para darnos muchas enseñanzas. Él, en Su infinita sabiduría, utiliza de estas situaciones para despertar nuestra conciencia sobre lo corta que es nuestra vida y la necesidad de buscar hoy la salvación de nuestras almas. También para aumentar en nosotros el deseo de crecer cada vez más en amor y celo por las almas. Qué alegría consumir los años de nuestra vida por la única cosa necesaria: ¡alcanzar la vida eterna!

Por esta razón nos ofrecemos a Dios: para que las almas se salven!

En Cristo y Maria Santísima.

Hermana Maria Âncora da Confiança Mascarenhas Silva