Por: P. Bernardo Ibarra, IVE

Y siendo que era yo el único sacerdote que me encontraba en la misión (el p. Víctor se fue a Ecuador, el p. Pablo está en el dispensario recuperándose de malaria y el p. Jaime había ido a la Misa Crismal con el obispo) me terminé el plato en cuestión de segundos, llamé al hermano Goodluck y agarré la camioneta para manejar por casi dos horas por caminos de mala muerte…
Es cosa de no creer lo mal que están los caminos. Manejar por los cráteres de la luna creo que sería cosa más fácil. A veces la camioneta se me inclinaba de tal manera que creía volcar en cualquier momento. Otras, pensaba que me quedaba allí nomás sin poder salir por medio siglo de esas zanjas que están en el medio del camino.
Llegamos finalmente a la casucha de María. Típicamente tanzana. Paredes de barro, techo de pastos y nada más. Afuera un gran árbol de mango que hace de living, comedor, cocina, etc. Al entrar en la casita y al dirigirme al cuartito donde estaba María muriéndose, me doy cuenta que estaba totalmente oscuro. No se ve más que lo que deja ver una lucecita que sale de un celular del siglo pasado. Enseguida saqué mi teléfono y puse la linterna a todo lo que da y veo a María rodeada de otras mujeres y suspirando con mucho esfuerzo. Conmigo entró Goodluck, el catequista y otras personas más. Yo no me daba cuenta de que éramos una buena decena de seres humanos metidos en un cuarto diminuto.
Comencé entonces a darle el bautismo. En el teléfono tenía el rito, así que mientras alumbraba la escena, también leía del teléfono. Era muy graciosa la situación. Sostenía el teléfono entre mis manos mientras encandilaba a la pobre María, que quizás creía ya estar llegando al cielo al ver tanta luz.
De mesa pusimos un tacho de agua dado vuelta y apoyamos ahí los óleos.
El Bautismo anduvo bien. Lo único que le empapé la cara a María, porque no podía sino moverme unos pocos centímetros… Goodluck me hacía de asistente perfecto. Y mientras me sostenía mi libro-linterna yo hacía malabarismos para bautizarla.
Pasamos a la confirmación. Para mal de mí mismo no la encontraba por ningún lugar en la aplicación… Y empecé a traspirar de lo lindo.
Y no me quedó otra que leerla en Swahili del ritual que habíamos traído. Así que mi primera confirmación la hice en Swahili.
La unción anduvo mucho mejor. Estaba en el teléfono, así que la pude hacer en inglés.
Con todo esto ya dejé a la viejita María lista para disfrutar por toda la eternidad del Cielo. Le pedí a Dios que la lleve hoy mismo, así ya quedábamos todos seguros de que está gozando de una vida mucho mejor que la que vivió en estas tierras africanas.
Salí de la casita y vi a varias personas más. Y empecé a preguntar quién no estaba bautizado. Muchos de ellos no lo estaban, así que dejé ver que estaba decepcionado con ellos. ¡Para qué! El catequista ahí nomás les pegó un reto que nunca se van a olvidar…
Subimos devuelta a la camioneta para navegar por segunda vez estos mares de tierra que parecen interminables. Pero con mucha alegría. Le quitamos un alma al demonio y se la dimos al Redentor… ¡Un alma vale más que el universo entero!
 
            