Por: Maria da Inocência, SSVM
Querida Familia Religiosa,
Del 25 de julio al 4 de agosto, los dos Noviciados de Brasil ―el apostólico y el contemplativo― realizamos el estudio de las Constituciones. El lugar elegido por la Divina Providencia fue el estado de Espíritu Santo, tierra de la Virgen de la Peña y de San José de Anchieta, el gran apóstol de Brasil.
Nos hospedamos en un lugar rodeado por una inmensa plantación de café, y llegamos justo en el momento en que las plantas de café estaban llenas de flores blancas con un aroma muy especial, período conocido como la «floración del café». Las flores blancas y fragantes embellecen el campo y dan esperanzas de una cosecha abundante. Esto nos permite pensar que, a modo de metáfora, las novicias se encuentran en esta etapa. El Instituto es el campo donde comienza la vida de la novicia, pero también crece y se enriquece con esa misma vida.
Uno de los principales objetivos del Noviciado es conocer la vocación divina, conformar la mente y el corazón al Instituto, conocer su carisma, su historia y su forma de vida. A medida que se conocen las Constituciones, se crece y se toma forma, porque más que conocer la letra, se adquiere el espíritu. Y, así como la época de floración es muy importante para determinar el potencial productivo de la planta, la docilidad de cada una al Espíritu Santo para recibir el don del carisma permitirá al mismo Espíritu hacer fructificar todo lo que se ha transmitido y enseñado durante estos días. Así, una vez fecundada, la flor da lugar al fruto del café que crecerá, las novicias. A su vez, ellas germinarán a lo largo de su vida para el jardín de la Santa Madre Iglesia.
Comenzamos el estudio con una charla sobre la historia de la Congregación. Las maestras de los noviciados, la madre Virgem da Esperança y la madre Domus Verbi expusieron la mayor parte de los temas. Al final, las novicias se dividieron en pequeños grupos de estudio en los que cada una tenía que explicar una parte de las constituciones.
Después de intensos días de estudio, hicimos una peregrinación para dar gracias por los muchos beneficios recibidos durante este tiempo. Visitamos el Convento de la Peña, lugar elegido por la Virgen María, que quiso quedarse allí. El convento se encuentra ubicado en lo alto de una roca. Tras un paseo hasta lo alto de la peña, se puede contemplar un hermoso paisaje con el inmenso mar. La mayor belleza, sin embargo, es el tesoro que guarda este lugar: la Virgen de la Peña, causa de nuestra alegría, en la que se encierra toda la belleza. Dejamos a sus pies nuestras intenciones y las de toda la Familia Religiosa, pidiendo la gracia de ser verdaderos custodios de nuestro carisma, para poder exclamar a Nuestra Señora, como hizo San José de Anchieta: «Que mi alma sólo te sirva a ti y mi amor a ti me una eternamente».
También tuvimos la oportunidad de visitar el Santuario Nacional de San José de Anchieta. La iglesia fue construida en el siglo XVI, cuando el padre Anchieta llegó a Brasil. Los indígenas construyeron la iglesia y la habitación del padre Anchieta. En esa pequeña habitación, el santo misionero pasó los últimos diez años de su vida, y en ella hay una reliquia de su fémur y un museo que cuenta la historia de su vida y misión, lo que nos ha permitido ver algo del gran ardor que tenía por la gloria de Dios y la salvación de las almas. A pesar de tener que hacer frente a tanto trabajo, llegó a decir que, si iba a la misión para enseñar a un solo indio a rezar el Padre Nuestro, se daría por satisfecho. ¡Qué honor para nosotros tener a este poeta, peregrino incansable y misionero en esta Tierra de la Santa Cruz como apóstol de Brasil! (ese es uno de los nombres de Brasil, porque la isla de Vera Cruz o tierra de la Santa Cruz fue el primer nombre que se dio a nuestro país. Esto se debió a que la expedición de Pedro Álvares Cabral llevó astillas de lo que se suponía era la verdadera (vera) cruz en la que Cristo había sido crucificado).
Siguiendo los pasos del santo, contemplamos también las hermosas playas que rodean este estado. En particular, visitamos la Playa de Guarapari. Eran momentos de vida fraterna, con un gran espíritu de familia.
Nos despedimos de aquel lugar con gran alegría, dando gracias a Dios por los muchos beneficios recibidos. Pronto veríamos los primeros frutos de la «etapa de floración». A nuestro regreso, nos encontramos con un nuevo escenario: las flores de las plantas de café se habían secado, porque ahora había comenzado una nueva etapa en la que se desarrolla el grano de café. Este va adquiriendo un color verde claro hasta llegar a un tono rojizo que indica que el fruto está maduro, es decir, listo para ser recogido. Aplicando este progreso a nuestra propia vida, es durante el Noviciado cuando el fruto de la vocación crece y adquiere un color rojizo, reflejo de la llama de la caridad encendida en cada corazón que desea seguir fielmente el camino evangélico trazado en nuestras Constituciones.
Por fin podemos exclamar como lo hizo el salmista: «Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios. Que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo […] Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezumen abundancia» (Sal 64, 5.12).
Nos ponemos bajo la protección de la Virgen de Luján, la Purísima Flor de nuestra Congregación, para que por ella abundemos en flores y frutos, ¡para mayor gloria de Dios!
Hermana Maria da Inocência