Quiso Dios bendecirnos aun antes de llegar: ¡porque es eterna su misericordia!

Antes de que las Servidoras pudiésemos abrir la misión en Egipto, en la ciudad de Alejandría, Dios ya había suscitado deseos de consagración en el alma de la primera servidora de rito copto, la Hermana María de la Fidelidad Ghobrail (misionera en Egipto). Los sacerdotes del IVE habían llegado antes a la misión y tuvieron contacto con esta joven que manifestaba deseos de ser religiosa. Ella esperaba la llegada de las hermanas, apenas se dieron las condiciones ingresó al Instituto para realizar su primera experiencia y luego concretar su vocación. Esto sucedió hace 20 años. A los pocos meses, ingresaron quienes hoy son Maria Rahma (misionera en Jordania) y Maria Mutaalema (contemplativa en Italia). “Mi alma canta la grandeza del Señor, porque a mirado mi pequeñez…” Como María Santísima cantamos de gozo, porque ha considerado Dios nuestra “pequeñez” como Instituto y como misioneras y ha hecho “con” / “de” nosotras maravillas.

Así como las hermanas llegaron y se encontraron con el consuelo de que ya había jóvenes con lámparas encendidas, así también los comienzos estuvieron marcados por muchas dificultades como la vivienda, la lengua, etc. Las hermanas sabían poco árabe, les costaba mucho poder comunicarse. Sin embargo, es Dios el que hace la obra, y fue forjando y fortaleciendo poco a poco estas almas novicias.

Esta casa de formación imita muy bien el “Destierro” y la pobreza de la Sagrada Familia en Egipto, desde su fundación ha ido cambiando de casa y lugar, pero siempre con fe en que es Dios quien nos hace caminar por este desierto.

Han pasado numerosísimas jóvenes con inquietudes vocacionales y con deseos de servir a Dios. Hoy son cerca de 43 religiosas de rito copto formadas en esta casa.

No podemos entender esta obra de otra manera sino como querida por Dios, para lo cual tenemos sobradas muestras de su amor y cuidado por ella. ¡Dios nos sigue bendiciendo con vocaciones! Y esto es un milagro de su gracia, pues aquí no somos ajenos a la secularización que padece el mundo, y se suma a esto que el número de católicos en este país es de menos del 4% de más de 90 millones de habitantes.

Palpamos a diario la Providencia Divina en esta tierra bendecida tanto por la sangre de una multitud de mártires, como por quienes fueron “los faros” en la defensa de la doctrina verdadera; creemos que somos parte del plan de Dios para que la vida religiosa católica “viva” y perdure en este país, cuna y pionero de la vida consagrada.

Como toda obra de misioneros en un Instituto, unos siembran pero son otros los que recogen. Hoy nos toca recoger el esfuerzo de muchas hermanas que estuvieron a lo largo de la vida del noviciado ayudando, aconsejando, y sentando las bases de lo que es el flamante “Noviciado Santa Thais”. A ellas nuestro agradecimiento por su esfuerzo en la entrega de sus vidas para dar “La Vida”.

M. María de Belén Lizárraga, SSVM