Por: P. Fernando Lamas, IVE

En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor”, esto nos dice el apóstol  San Pablo, y hacer el bien es un modo de obrar como hijo de la luz, pues debemos obrar “con bondad, con justicia y según la verdad, pues ésos son los frutos de la luz”.

Pero para este apostolado no se puede obrar bajo la luz del día, pues “un pan para mi hermano”, consiste en salir de madrugada a buscar a Cristo que se hace presente en los necesitados y en aquellos que se encuentran en una situación de desamparo material, sin techo ni hogar, de aquellos que tienen como techo un cielo estrellado y usan de cobija la oscuridad de la noche.

“Un pan para mi hermano”, es uno de esos apostolados silenciosos, pero que tiene esa nota de gran alegría, aunque la ayuda es mínima, uno experimenta eso que san Pablo enseña, “hay más alegría en dar que en recibir”, pues la ayuda no es material, sino sobre todo espiritual, ya que con el alimento del cuerpo va también la oración, la escucha, el comprometerse de hacer la vida más llevadera a nuestros hermanos, pues más que el dolor del cuerpo, está el dolor del alma, que solo cura la caridad expresada en el amor al prójimo.

Un sábado nunca es igual al otro, nunca se hace monótono, pues nos aburren las cosas que dejamos de amar, así de simple; aquí cada sábado es distinto, es una fiesta, pues hay verdadera fiesta donde se vive la caridad, ya sea porque siempre hay caras nuevas que se suman al apostolado, porque las pruebas para llegar a Plaza de Arma son impensadas y hasta humorísticas, o simplemente porque ir con la esperanza de hacer Caridad, alegra realmente el corazón, porque nunca sabemos de qué forma se nos hará presente Cristo en ese día, y a Cristo le agrada sorprendernos.

La oración, el buen humor, las caras de sueños nunca faltan, pues lo que realmente da fuerza a esta obra de bien es el compromiso con Cristo, ya que solo Él le da sentido a la vida, como decía Madre Teresa: “si no se vive para los demás la vida carece de sentido”, y si un cristiano no vive para Cristo, ¿Qué sentido tendrá vivir?, ser conscientes que somos Cristianos al encuentro de Cristo sufriente, somos hijos de las Luz y que por tanto debemos brillar en las tinieblas, para que los hombre del mundo “viendo vuestras buenas obras den Gloria a nuestro Padre celestial.” (Mt. 5, 16)

Quiero terminar con un testimonio, sencillo pero muy elocuente, es de la señora Ttaly Díaz:

“Ya son casi 6 meses desde que empecé en «Un pan para mi hermano«, es la primera vez que participo en un apostolado como este; cuando inicie no  tenía ni idea de cómo sería,  ni que esperaba, solo pensaba con qué personas me encontraría y si me daría miedo acercarme a ellas, pero con la gracia de Dios simplemente las cosas fluyeron.

Uno de ellos fue el señor Eusebio al cual recuerdo muy bien porque fue una de las primeras personas a  las que me nació conversar, él duerme bajo las escaleras de una galería, es una de las personas que siempre encontramos en las salidas, saber que necesita compañía y poder llevarle un poco de esperanza, hace que cada mañana que tengo que ir al apostolado, me pregunte si volveré a encontrar a Eusebio y a las mismas personas que hemos venido conociendo.

A la vez me nace un deseo muy profundo ya que me gustaría verlos a todos ellos con sus familias en sus casas; rezamos para que algún día suceda esto, pero mientras eso pasa,  tratamos de llevarles el amor y la misericordia de Dios.

Al ver sus caras de alegría cada vez que mencionamos sus nombres, a veces no lo pueden creer, ellos dicen «cómo saben mi nombre» «cómo se acuerdan de mí«, en la última visita escuché a una de las personas decir: «ustedes no nos tienen miedo, ustedes se preocupan por nosotros«, escucharles decir eso me dio más ganas de continuar y seguir llevando el amor de Dios. Por eso recuerdo con mucho amor a Isabel, Alejandrina, Yanet, Eusebio, Yomer, Luis Edgar,  Benjamín y Juan, siempre pensando en qué más podemos hacer por ellos.”

Damos gracias a Dios por encontrar almas generosas que han escuchado el mandato del apóstol que les dice: “el amor de Cristo nos apremia”, y en las calles de Arequipa hay un modo concreto de poner el amor a Cristo sobre todas las cosas, llevando “un pan para mí hermano”.

 

P. Fernando Lamas, IVE