Por: Sem. Marcelo Erazo
Con toda la fuerza de su voz
Este domingo 10 de julio, por gracia de Dios, iniciamos una santa misión popular en un pueblo del Colca-Perú llamado Cabanaconde. Es un lugar hermosísimo, rodeado de montañas fecundas en vegetación… ojalá, y pido oraciones por esto, que nuestro apostolado fecunde también en los corazones de las personas de ese pueblo.
La misión, como solemos hacerlo, comenzó con la Santa Misa y «envío misionero». El padre Jorge Ames nos recordó que el alma de todo apostolado y de toda misión es la oración. Nos exhortó para que, al iniciar nuestro apostolado, ya sea visitando las casas, con los jóvenes o los niños, demos a las almas solamente el fruto de las horas pasadas de rodillas frente al Santísimo. No estamos llamados a decir palabras bonitas, aprendidas de memoria, sino el fruto de una vida consagrada a Dios. La misión es como un termómetro de la vida religiosa… aquí se ve el esfuerzo de las horas dedicadas a la oración y el estudio.
Terminada la prédica tuvo lugar el mandato misionero, ¡qué momento tan conmovedor! Dios, por medio de la Iglesia, Dios, por la autoridad concedida al Santo Padre, al obispo del lugar, nos envía a evangelizar. El párroco como cabeza de esta Iglesia particular toma el lugar de Jesús y “con toda la fuerza de su voz” (como dice el texto del mandato misionero) nos envía a anunciar a Cristo y a Cristo crucificado, por esto se nos impone la cruz; para que sea nuestro signo, nuestro estandarte durante estos días de misión.
Pido oraciones para que siempre sepamos dar a las almas, a nosotros encomendadas, aquello que rebosa de nuestra vida interior y sobre todo recen para que esto caiga en tierra fértil.
¿Acaso le hemos sugerido Su proyecto?
Un misionero podría desanimarse al no ver los frutos de su apostolado. Una vida consagrada a Dios y a la evangelización parece precio demasiado grande cuando vemos que las personas por quienes nos sacrificamos siguen llevando el mismo genero de vida que tenían hasta ahora, prefiriendo el baile y el alcohol en vez de dedicarle tiempo a Dios. Esta es la situación de muchas personas en Cabanaconde. En el colegio del pueblo hay más o menos 150 jóvenes y adolescentes, pero durante los 7 días de misión no se vio en Misa a más de 7 jóvenes y sí que se los vio en los festejos.
Sin embargo ¿Por qué debería uno desanimarse?, ¿acaso la obra es nuestra?, ¿Para quién hacemos las cosas?, ¿no es Dios quien da el crecimiento?, Dios no nos pide el éxito sino el esfuerzo, el Señor -dueño del tiempo y de la historia- tiene sus propios caminos y no se sujeta a nuestro parecer. ¿Quiénes somos para entrar en cólera o desanimarnos?, ¿acaso hemos sugerido a Dios su proyecto? (como canta el salmo). Nosotros nunca podremos comprender los caminos de Dios, solamente en el cielo veremos todas las maravillas que Dios en su infinita misericordia ha querido obrar a través de nuestro débil esfuerzo. ¡Cuánto bien puede hacer Dios en un alma por la palabra o el ejemplo del misionero!
Santo Tomás afirma que el bien sobrenatural de una sola persona es mayor que todo el natural de la creación. Si esto es así, ¿cómo podemos estar tristes?, ¿por qué encolerizarse con las personas o el trabajo hecho?, ¿ACASO Dios en su inmensa bondad no nos premia con la satisfacción de ver los frutos? El problema es que nosotros no los sabemos reconocer.
En esta misión no fue solo una persona la que recobró la vida de la gracia sino muchas las que pudieron recibir los sacramentos y muchas otras se prepararon para recibirlos más adelante.
Tal vez no se convirtió todo Cabanaconde, como de buena fe podríamos desear, pero ciertamente se obró según el plan de Dios y esto es, sin duda, lo más importante.
Que la Virgen del Carmen (patrona del pueblo) sepa suplir nuestras carencias y haga crecer y fructificar lo que por gracia de Dios pudimos sembrar.
Sem. Marcelo Erazo (2° de filosofía)
Casa de Formación «Beato Miguel Agustín Pro» – Perú





