«La oración es lo único que tiene poder sobre Dios»

(Tertuliano)

«Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. (…) Así no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros». (Cf. 1Cor 12)

Así es en el Cuerpo Místico de Cristo la Santa Iglesia, de la cual Él mismo es cabeza y corona de los santos. En unos predomina la fortaleza, en otros la prudencia, otros resplandecen por la fe o por la pureza. Pero sean apóstoles, mártires o pontífices, vírgenes o confesores, en todos ellos hay un carácter común: la constante preocupación por encontrar el amor de Dios y hacer que todos lo encuentren; y cualesquiera que fueran las circunstancias en que vivieron, las tentaciones que soportaron y las dificultades que tuvieron que vencer, permanecieron fieles y constantes. ¿De dónde sacaron fuerzas? ¿Cuál fue su secreto? La respuesta no puede ser otra que la vida de oración, la vida interior: su fuerza viene de Dios.

La oración es realmente lo único que tiene poder sobre Dios. ¿Podría haber otro motivo que lleve a tantas personas a los monasterios para pedir oraciones por sus intenciones y aflicciones? Más fuerte se hace el niño que en la tempestad se agarra a las rocas, que el hombre abandonado al vaivén de las olas.

Hemos sido testigos de esta realidad en el Monasterio de Pontinia (Italia), cuando se acercó a nosotras una niña, con toda su familia, una niña que, aún en medio de una grave enfermedad a tan solo siete años, encontró su fuerza en la Eucaristía, agarrándose de la verdadera Roca que es Cristo, mientras que en la tempestad muchos hombres fuertes se abandonan al vaivén de las olas.

Una bienhechora nuestra, amiga de la familia de esta niña, vino al monasterio para pedirnos que recemos por Ludovica, porque tenía un tumor en la cabeza y avanzaba demasiado rápido. En ese mismo momento se le asignó una capellana.

Cuando estuvieron expuestas en nuestra capilla las reliquias de la Sagrada Familia, que recorrían las distintas comunidades de Italia, toda la familia de Ludovica vino a rezar pidiendo la gracia de su curación. Deseaban conocer a la hermana que rezaba por ella y se arregló tener una merienda con toda la comunidad. Vinieron Ludovica, su mamá, una amiga, otro amigo, la mamá de la otra amiga… y de repente nos encontramos con un locutorio lleno de niños, ¡lleno de alegría! Se notaba que Ludovica era querida por la gente de la zona y también de muchas partes de Italia y del mundo, que la conocieron rezando por ella a través de los medios de comunicación o escuchando a testigos de la obra que el Señor estaba realizando en ella y en su familia. Hicimos un pequeño fogón para los niños y sus mamás, y ellos a nosotras. Les propusimos, y a los niños no les costó nada aceptar, que iniciaran la preparación para la Consagración a María Santísima usando el libro del Padre Bernardo Ibarra, IVE, y que realizasen la consagración el mismo día que Ludovica haría la Primera Comunión. Había un problema que suele ser común entre los niños: ¡algunos de ellos no sabían leer!, pero el problema se resolvió muy pronto, ya que los hermanitos más grandes y las mamás se ofrecieron a ayudarles.

La enfermedad de la niña avanzaba cada vez más rápido, pero por decisión de la familia no le dijeron que tenía cáncer. Solo sabía que estaba enferma, ya que se sentía más cansada y no podía hacer todo lo que hacían los otros niños de su edad.

Su mamá empezó una novena y le preguntó a Ludovica por cuál intención quería pedir. Ella, con la sencilla oración de una niña que no había escuchado eso de nadie, le contestó a su mamá: «quiero sufrir para acompañar a Jesús». Y sí … es la oración lo único que tiene poder sobre Dios, que mucho más escucha la plegaria simple y pura de una niña de siete años.

Veíamos todos que Jesús la había elegido para sufrir por muchas almas que no lo aman como Él lo merece, y sabíamos que su encuentro con Dios se acercaba muy pronto y había que prepararla. Por pedido del Padre Nicola, de la Parroquia de Pontinia, tuvimos la gracia de darle algunas clases de catecismo para que pudiera recibir la Primera Comunión. La Madre Fatme le dio los principales fundamentos de la fe y a mí me tocó hablarle sobre la Santísima Trinidad y la Creación. Lo que muchos teólogos, filósofos, hombres muy inteligentes antiguamente se cuestionaban sobre la Trinidad, se equivocaban y hasta muchos no lo creían, ella, con su docilidad, lo entendió en una sola clase, y con tal claridad que pudo explicarlo a su mamá que también asistía a las clases. Lo mismo cuando hablamos sobre la creación, ¡con tan sencillas palabras me pudo explicar que fuimos creados para Dios, fuimos creados para el cielo! La Madre Fatme le preguntaba los Mandamientos y se los había aprendido todos de memoria, y, es más, con su sinceridad infantil, ¡sabía aplicarlos a la realidad y a los casos concretos!

Al fin llegó el día que ella tanto esperaba: el de su Primera Comunión. En ese día solo quería hablar y mirar a Jesús como «su pequeña esposa», con su alma muy abandonada en Dios y en la Santísima Virgen, ya que ese mismo 26 de marzo de 2022 Ludovica y sus amiguitos se consagraron a nuestra Madre Inmaculada. Algunos, aún sin poder leer la fórmula, sonreían, y seguramente la Virgen los ponía bajo su manto.

Una amiga de su familia contaba que Ludovica le decía a ella: «yo quiero sufrir, morir, ir al Paraíso para estar con Jesús y ser santa, y rezaré por ti» (Io voglio soffrire, morire, andare in Paradiso vicino a Gesù e diventare Santa, e pregherò per te). Muchas personas han rezado por primera vez el rosario al pedir por Ludovica y muchos han vuelto a la Iglesia, o han aumentado su fe rezando por ella, como fue el caso de su propia familia. Yo misma he escuchado a una señora que decía «necesitar estar al lado de ella para encontrar la paz que buscaba».

Pero yo me preguntaba qué palabra de aliento le podía decir a Ludovica, porque estaba en una fase muy avanzada de su enfermedad, ya había perdido los movimientos del cuerpo y solo con mucho esfuerzo podía mover la boca. Y al mismo momento comprendí que era su sufrimiento silencioso, como un cordero que va mudo hacia la muerte, ofrecido para acompañar a Jesús, lo que podía dar testimonio de la Bondad y Misericordia Divina y así «hablar» lo que el mundo necesita escuchar: que antes de la gloria del cielo viene la cruz.

Otro hecho llamativo, no muy común de ver entre los niños es que, para regalo de Navidad, pidió a cada miembro de su familia una imagen de un santo a los cuales ella tenía devoción, principalmente porque había soñado con algunos de ellos, por ejemplo, San Judas Tadeo, San Miguel Arcángel. Su mamá le preguntaba por qué quería tantas imágenes y ella le contestó: «¡pero mamá! ¿todavía no has comprendido que esto se transformará un día en un santuario?».

En este momento estoy segura de que todos estos santos que ella tenía en su habitación (y de entre los que ella elegía dos cada noche para «dormir» cerca de su cama) le están haciendo fiesta en el cielo, pues el Señor se llevó con Él a «la pequeña esposa» que había escogido, y estoy segura también que desde el cielo está concediendo la gracia de la serenidad a su familia, que se abandona confiando en Dios.

No podía dejar de compartirles esta historia, pues nos anima a no dejarnos llevar por las olas de las dificultades, creyéndonos «hombres fuertes», sino a aferrarnos de la Roca por medio de la oración, que es lo único que tiene poder sobre Dios.

En todas las oportunidades que tuve de hablar con esta niña le he pedido que rezara mucho por los sacerdotes y los seminaristas, y todas las hermanas de la comunidad le hemos pedido que ofreciera sus sufrimientos por la Iglesia, por la Familia Religiosa y ella siempre consintió. Creemos que, así como lo hizo mientras estaba enferma, también ahora lo seguirá haciendo.

En el Verbo Encarnado y nuestra Madre Inmaculada,

Hermana Maria Mater Sacerdotum

Monasterio de Pontinia, Italia

9 de marzo de 2023