Por: Comunidad Sierva de Dios María Luisita del Santísimo Sacramento

Como sabrán, cada 31 de octubre es mayormente conocido como un día dedicado al mal, (sea por voluntad o por ignorancia). Esto es particularmente celebrado en Estados Unidos, aunque actualmente muchos otros países también lo celebran. Para la Iglesia católica son las vísperas de la Solemnidad de todos los santos: All Hallows’ Eve en inglés, siendo posteriormente transformado con cierta mala ironía como Halloween, un día de especial culto al demonio y al satanismo.

El mal, como enseña la metafísica es una privación, una ausencia del bien, y por tanto no tiene existencia por sí mismo, sino en relación al bien. Así que por más que el mal haga mucho ruido y quiera hacer parecer que triunfa sobre el bien, la verdad es que el bien siempre es mucho mayor. A veces hay que hacer un acto de fe, porque nos vemos rodeados de sucesos espantosos; antes también los hubo, pero hoy debido a los medios de comunicación para todos se hace más visible el tema de la guerra, muerte, abusos, adicciones, etc. Pese a todo esto, tenemos fe y esperanza de que el amor es más fuerte, de que Dios escribe derecho en renglones torcidos, de que puede transformar el mal en un bien mayor, y de que, como decía el padre Buela, «si faltasen males, también faltarían muchos bienes»[1].

La cruz nos lo enseña, ya que en el momento en que el demonio creía que estaba ganando, cuando tenía al Hijo de Dios “destrozado”, en realidad se estaba llevando a cabo la Redención, ese acto tan perfecto y tan lleno de amor que solo Dios podía obrar.

En nuestro Santuario de Nuestra Señora de la Paz, el sábado 28 de octubre llevamos a cabo el festejo del día de todos los Santos, invitamos a los chicos del catecismo a que se vistieran de algún santo y participaran de los juegos que se iban a realizar en el predio del Santuario. Esta fiesta no excluyó edades, ya que sus papás también estaban invitados, así que desde grandes a bebés se vistieron como santos y participaron alegremente de los juegos, desafíos y premios, que tenían como intención el festejo de esta Solemnidad que es tan importante para la Iglesia, y que al fin y al cabo nos recuerda a lo que estamos llamados: la santidad. Como decía san Juan Bosco: ¡la santidad consiste en estar siempre alegres!

Para el 31 de octubre en la noche, después de la Misa de Vigilia invitamos a la comunidad a participar de una oración especial seguida del rezo de completas, en preparación a la Solemnidad de todos los Santos. Esta oración se lleva a cabo todos los años en el Santuario, se lee alguna reseña de tres vidas de santos entre los salmos que se cantan, luego se hace la lectura del Santo Evangelio y la homilía. Al final cantamos el himno Te Deum y las letanías de todos los santos.

Los tres santos que nuestro párroco, el padre Brian Dinkel, eligió para este año fueron: la Venerable Teresita Quevedo, San Nunzio Sulprizio y la Beata Pauline Jaricot. Una parte de la homilía trató sobre la conexión que estos tres santos europeos tienen entre sí: su devoción a María. Teresita, una joven de España que entró al carmelo y murió como novicia, tenía como frase: «Madre, haz que todos quienes me vean, te vean». Ella tenía en claro que debía amar mucho a Jesús, y que Jesús quería que amase en forma especial a su Madre. Nunzio Sulprizio, un chico italiano que era muy maltratado por su tío, en medio del dolor de las heridas físicas que sufría recitaba el Santo Rosario. Luego de su muerte, durante los cinco días de su funeral se atestiguó que “olía a rosas”. La beata Pauline Jaricot fue fundadora en Francia de la Asociación del Rosario Viviente, cuyos miembros se dedicaban juntos a recitar las quince decenas del Rosario todos los días. A ella San Juan Maria Vianney un año antes de morir, le dijo: «Dios sólo como testigo, Jesucristo como modelo, María como apoyo, y nada, nada más que amor y sacrificio».

El sufrimiento, el “mal” que a simple vista se ve, siempre fue causa de grandes santos, de grandes conversiones, porque es Dios el que puede transformar ese sufrimiento en un bien para nosotros: la cruz de alguna enfermedad, los tormentos de los mártires. También nuestras cruces de cada día pueden ser fuente de un mayor bien si así las vivimos y unimos nuestros sufrimientos a los de Cristo. Hoy más que nunca es necesario que no nos contentemos con ser “buenos”, sino que busquemos la santidad y mantengamos la esperanza.

En medio de este mundo azotado por la guerra, ya sea la guerra física que sufren muchos países actualmente, o la guerra espiritual que todos debemos combatir, lo único que nos puede dar paz es la oración, es Dios, es nuestra Madre. «En la cruz pensó en sus santos, se acordó de sus elegidos… Yo pienso que Nuestro Señor, que todo lo sabe y que todo lo conoce, en ese momento nos pensaba a todos nosotros»[2]. Que esto sea nuestra fortaleza, y a Ella, la Madre Dolorosa, le encomendamos todas nuestras cruces y preocupaciones, a Ella que también combatió en medio de mucho sufrimiento y venció, que por medio de su Hijo nos de la gracia de vencer.

¡Firmes en la brecha!

Comunidad Sierva de Dios María Luisita del Santísimo Sacramento

California, Estados Unidos

[1] P. CARLOS MIGUEL BUELA, El Señor es mi Pastor, p. 195.

[2] Ibídem, p.336