Querida Familia Religiosa,

Desde Brasil les hacemos llegar esta crónica para contarles de la semana de estudio de las Constituciones que realizamos juntamente el Noviciado apostólico María de Jesús Nazareno y el Noviciado contemplativo Santa Teresita.

«La vida en el Instituto comienza en el Noviciado»[1]. El Noviciado es un tiempo de conocimiento, tanto de la llamada divina, que atrajo el alma hacia Dios, como de la vida religiosa, en particular la vida en el Instituto, del lugar y el carisma que Dios ha elegido para nuestra santificación desde toda la eternidad. También es tiempo de una infinidad de novedades con una rutina totalmente nueva; de ser acogidas en una nueva familia, usar un vestido muy diferente al que solíamos llevar, convivir con personas hasta ahora desconocidas, tener clases distintas y aprender, aprender mucho.

Para vivir con amor la vocación a la cual Dios nos llama, es necesario conocerla, es necesario conocer nuestro camino; por eso, el estudio de las Constituciones constituye un período muy importante en la vida de cualquier religiosa, y no lo sería diferente para una Servidora.

Después de varios viajes para llevar a las quince novicias apostólicas y a las siete contemplativas al lugar donde íbamos a estudiar, el Convento de las Carmelitas del Espíritu Santo, por fin nos encontramos todas juntas, con gran espíritu de familia.

La Madre, al explicarnos, comentó que estudiaríamos el voto de pobreza. Como si Jesús quisiese adelantarse para que lo sintiéramos en la práctica, inmediatamente después se cortó la luz por un breve tiempo. Ello no impidió nuestra alegría e ingenio para adaptarnos a la situación.

El Padre Jesús Eduardo nos acompañó en esta semana tan especial y, por estar desde los inicios en la Congregación, tenía muchas historias –y mucha paciencia– para contarlas. Recibimos como expositores a nuestro asesor espiritual, el P. Gilberto Galdino, y a varias Madres y hermanas. Algo que nos enriqueció especialmente fue el hecho que cada novicia presentara un tema para las demás. Unas hablaban de la vida fraterna, tan importante para nuestra perseverancia, otras de la maternidad espiritual que debemos tener, porque somos, ante todo, esposas de Cristo y madres de las almas, entre otros puntos de las Constituciones.

El domingo tuvimos una jornada muy divertida con partidos de voleibol con las hermanas Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo. Fue un momento marcado por la alegría, virtud típica en las almas que se entregan totalmente a Dios. Sin duda, fue un momento enriquecedor para todas por el mutuo conocimiento entre carismas distintos de nuestra Iglesia.

También pudimos profundizar en la vida de San Juan Pablo II, conociendo más a fondo su historia y asociando cuánto nuestra Congregación se nutrió de su ministerio y cómo tenemos en él un gran modelo de apóstol con verdadero espíritu de príncipe, comprometido con la evangelización de la cultura.

Las novicias tenemos todo un mundo que se abre ante los ojos, algo tan nuevo pero a la vez tan antiguo que parece que siempre ha formado parte de nosotras. Es hora de aprender, de emprender, de ser dóciles a la formación, de ser protagonistas en el proceso de formarnos; es hora de preguntar y preguntar mucho, de conocernos a nosotras mismas y a esta nueva vida, de aprender que «siempre hay que dar un paso, el mismo paso que vuelve a comenzar»[2], como decía Santa Teresa de Jesús, porque para quien ama, cada paso es como si fuera el primero. Es también un tiempo de responsabilidad, sabiendo cuán grande es el llamado que hemos recibido, pero también que con la gracia de Dios podemos mover montañas.

Finalmente, en medio de tantos momentos de alegría y aprendizaje, pudimos decir con más razón lo agradecidas que estamos a nuestra Congragación, que nos guía y nos guiará para vivir esta vida nueva, totalmente entregadas a Dios. Es necesario comprender esta preciosa llamada de Dios para que podamos decir nuestro “sí” todos los días. Por eso, ¡duc in altum!, a sumergirnos en esta aventura que es la vida religiosa en la que recién comenzamos, llenas de la «determinada determinación»[3] de no parar hasta alcanzar la santidad.

Novicia Maria Doçura Celeste, SSVM

São Paulo, Brasil, 25 de agosto de 2022

[1] Constituciones, nº 238, p. 127

[2] DE 42.

[3] Ibidem.