Por: P. Diego Cano, IVE

Ushetu, Kahama, Tanzania, 28 de mayo de 2022

Tiempo de pascua, tiempo de bautismos en las 43 aldeas que pertenecen a nuestras dos parroquias de la misión de Tanzania. A la mayoría de estas aldeas vamos en camioneta, y sólo a unas pocas debemos ir en moto. Ahora que me tocó ir a Mjimwema en moto, me acordaba de aquella crónica que escribí hace mucho, casi nueve años atrás, y que ha sido publicada hace un par de meses en el libro de crónicas de Tanzania. La leo y me da un poco de vergüenza, pues nunca logré “domar la moto”. Incluso dudé en publicarla a esa crónica en el libro, sin embargo me pareció bueno dejarla, como fue escrita, ya que son las primeras impresiones y las primeras experiencias de un misionero.

La moto no era lo mío, por lo que pude ir comprobando. Y comencé a ver que no era tan necesaria, ya que a la mayoría de los lugares llegábamos en camioneta, como les decía al principio. A los lugares a los que hay que ir en moto, se busca alguna otra opción, como por ejemplo alguien que sepa manejar bien, y con prudencia, y me lleve. Es fácil encontrar quien maneje la moto, ya sea un catequista, o algún joven, o un feligrés. A mi desánimo con la moto se sumó que sobrevino el accidente del P. Johntin, que muchos de ustedes recordarán, y que nos llevó a pensar si era tan necesario ir en moto a donde se podía ir en auto, por el peligro de estos caminos.

Luego de esta aclaración, me quedo más tranquilo, y continúo con el relato. La aldea de Mjimwema es una de las que exige ir en moto. Por esto le pedí a un joven que antes era monaguillo que me lleve en la suya, y le pagaría el viaje y la jornada, pues debía quedarse hasta el final de los festejos para poder traerme de regreso.

Mjimwema es una aldea que desde hace mucho tiempo vienen atendiendo nuestros religiosos. Por casi cinco años fueron todas las semanas en moto el día domingo a hacer la liturgia de la palabra, y dar catecismo a niños y adultos. Muchas veces les conté a ustedes de lo que significaba esta aldea, apartada, un poco aislada, y llena de paganos. Recuerdo que en los primeros tiempos tuvieron una capillita de barro, que después se cayó, y estaba en un terreno prestado. Edificaron otra, también en terreno prestado, y se cayó antes de que comenzaran a usarla. Finalmente nosotros compramos un terreno, y de a poco se comenzó a edificar una capilla, con distintas ayudas. La primera de esas ayudas fueron unos seminaristas del Colegio Americano en Roma, que vinieron como voluntarios. Ellos hicieron los bloques de cemento. Luego el P. Johntin consiguió la ayuda de unos amigos suyos de Italia, y se fue edificando de a poco. Actualmente la iglesia está muy linda, sólo le falta poder terminar la pintura, y luego hacer algunos bancos.

Ahora que va funcionando todo allí, Dios nos mandó un catequista que vive en un pueblo más cercano. De todas maneras es un poco lejos también para él. Sin embargo se ofreció a ser catequista de ese lugar, y entonces nuestros hermanos han podido descansar, habiendo dejado una muy buena semilla en un lugar donde no había nada, o casi nada. Ellos debían recorrer esos 8 km cada domingo, ida y regreso, entre senderos en el monte, campos sembrados, arena y barro, subiendo y bajando pendientes de las montañas que rodean el lugar.

Volviendo entonces a nuestra visita a esa aldea, salimos a media mañana con Jackson, quien no había ido nunca a Mjimwema, pero confiaba poder acordarme el camino, pues he ido varias veces. Yo iba sentado atrás, y detrás mío atada la maleta con las cosas de misa, arriba de ella un parlante para poder poner un poco de música en los festejos, y los regalos para los catecúmenos que se bautizarían. En algún momento del viaje abandonamos el camino, sin darnos cuenta, y el paisaje no me resultaba muy conocido, sobre todo al llegar a campos de arroz, inundados de agua, llenos de barro y complicados para avanzar. Comenzamos a preguntar, y efectivamente nos habíamos perdido un poco. La gente a la que preguntábamos, tampoco es que conocieran exactamente donde estaba la iglesia católica, pero nos daban unas indicaciones generales. Seguimos avanzando, llevados por la intuición, pero en varios momentos entrábamos a campos arados, y unos pastizales que nos impedían ver con claridad hacia dónde nos dirigíamos. Gracias a Dios llegamos al camino, que me parecía conocido, y a 200 metros se vio la capilla de “Santa Rosalía” de Mjimwema. Nos dio una gran alegría ver la iglesia, como se imaginan.

Nos recibieron las Watoto wa Yesu con sus cantos, como es tradición, y como ya habíamos perdido un poco de tiempo dando vueltas por la zona, me puse con el catequista a ver las fórmulas de bautismo, para controlar que estuvieran todos los datos, y que se bautizaran los que habían hecho el catecismo.

En la misa hice 14 bautismos, entre bebés, niños, jóvenes y adultos. De los adultos, todas eran mujeres, y en todos los casos, casadas con paganos. Pero ellas se convierten, hacen el catecismo, y pueden recibir los sacramentos. A veces es esta la semilla que entra en medio del paganismo. En muchos casos, al pasar el tiempo, también el esposo llega a pedir el bautismo. A las tres señoras también les administré la confirmación, como es costumbre en estos casos aquí en Tanzania. Luego de la santa misa, tuvimos un festejo muy sencillo debajo de los árboles que rodean la capillita.

Al regresar no perdimos el camino, y pudimos darnos cuenta dónde fue el lugar en que nos apartamos a la mañana. Estos viajes, serán ya por mis años, o por falta de costumbre, me dejan liquidado, por el hecho de estar sentado en posición incómoda, con las piernas súper flexionadas, la valija que me empuja por atrás, y con las manos agarrándome de la parrilla de la moto, para no saltar. En algunos momentos, con la cabeza hay que ir esquivando las ramas, algunas de ellas con espinas. Los movimientos bruscos que se hace cuando llega a partes con arena, y otras veces cuando hay que cruzar un arroyo seco, o simplemente subir la moto sobre alguna roca, van poniendo en actividad los músculos que no están habituados a eso… con los consiguientes dolores, sobre todo al bajarse de la moto, y al descansar en la casa.

Sin embargo, también el viaje en moto tiene su gusto, por los paisajes, por la aventura (aunque sea un poquito), y por haber llegado a un lugar donde pocos llegan, y hacer 14 bautismos, confirmaciones, primeras comuniones, y en definitiva, misión entre paganos. Llevando el evangelio a ese lugar, ya seis años los religiosos misioneros perseverando en ese trabajo, y se va viendo como la comunidad crece, no sólo en número (que también es importante), sino en calidad, es decir en conocimiento de la fe, participación en los sacramentos y en la liturgia. Mientras Dios nos dé salud y fuerzas para subirnos a esas motos, aunque sea sentados en la parte trasera, y haciendo equilibrio, saltando entre campos arados, o chapoteando en el barro de los arrozales… los misioneros, felices de la vida.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

PD: Les recuerdo que estamos en campaña para techar una iglesia, la de San José, de la aldea de Namba Nane. Les pido ayuda a los que puedan; y las oraciones a todos, para que se pueda cumplir el objetivo. También me ayudan cuando lo difunden. ¡Mil gracias!