Por: P. Diego Cano, IVE

Kangeme, Kahama Tanzania, 9 de julio de 2023

Tenía ganas de escribir como una segunda parte de la crónica anterior, del “buen corazón de esta gente”, porque me quedó por contarles cómo nos han recibido en esta parroquia de Kangeme, con gran alegría, y con mucha generosidad de parte de la gente. Sin embargo, al llegar a esta noche del domingo, me veo nuevamente sorprendido por los gestos de caridad de nuestros feligreses.

Hoy teníamos la fiesta de los catequistas. Una vez al año nos juntamos para festejar y agradecerles. Los catequistas realmente se sacrifican por sus aldeas. Es verdad que hay de todo, y los hay mejores y no tan mejores. Pero en general son una gran ayuda, y si son generosos, eso se traduce en muchos frutos y en buen espíritu en esas comunidades. Los catequistas tienen sus familias, y deben trabajar como cualquier otro para poder obtener lo necesario para sus hijos. Dan catecismo a grandes y chicos, dirigen la celebración de cada domingo, visitan a los enfermos, ayudan con los funerales cuando nosotros no podemos llegar, y muchas cosas más.

Ellos no reciben ningún sueldo por todo lo que hacen, por eso una vez al año se realiza una colecta en sus aldeas, para hacerle regalos al catequista, y sobre todo ayudarlo económicamente, juntando dinero y frutos, como maíz y arroz, para poder ayudarlos con algo. Sin embargo, los regalos y la cantidad que reciben, dependen de la aldea en la que están, pues las hay muy pequeñas, y pobres, y otras un poco más grandes, y con más capacidad económica. En la semana anterior recibieron esas ayudas, cada uno en su aldea. En la fiesta de hoy, cada catequista pasa con el líder de su aldea, y éste último dice con qué han podido ayudar a su catequista. Esto alegra mucho a todos, y hace bien que se anuncie, pues cada año se esfuerzan en colaborar más.

Después de la homilía los catequistas renovaron su compromiso de catequistas, y recibieron la bendición. Al final de la misa, fueron pasando todos, y cada catequista con sus líderes, eran aplaudidos y felicitados. Dejaron para el final al catequista William Nsangano, que es uno de los más viejitos, y atiende una capilla en una aldea muy pequeña, y con gran cantidad de paganos. Siempre vienen muchos niños y niñas a los campamentos desde ese lugar. El catequista se preocupa y los entusiasma para venir. Casi todos los años los niños de allí reciben de regalo alguna pelota para jugar, en premio por haber venido muchos. La aldea se llama Bupandwamhuri, que algunos de ustedes recordarán que significa “huella de elefante”. Allí tienen una pequeña capilla de barro que ya muestra signos de no poder durar mucho tiempo más en pie, con una pared que está totalmente inclinada. Gracias a Dios, y a la donación generosa de un sacerdote del Instituto, hemos podido comprar un terreno de una hectárea, y allí hemos construido una nueva iglesia, de materiales durables, y la semana pasada se ha podido poner el techo. Estos últimos trabajos son tan recientes que no he llegado a sacar fotos.

En fin, que William es muy gracioso, simpático, y se gana el cariño de todos, a quienes siempre hace reír con alguna frase suya. Hoy pasó y dijo: “Bueno, de mi aldea, en realidad no he recibido nada, ninguna ayuda… ¡pero no por eso voy a dejar de ser catequista!” Todos aplaudieron emocionados, y de repente una señora se paró y le dio una ayuda, y entonces muchísimos fieles, incluso algunos niños, comenzaron a pararse para darle dinero… le dije al coro que comenzara un canto, y la gente seguía pasando, con gran alegría, le daba su ayuda, y lo saludaba. El catequista comenzó a derramar lágrimas de emoción, y se tapaba los ojos con las manos. Los demás catequistas, más jóvenes que él, estaban en los dos primeros bancos, también muy emocionados, algunos de ellos lloraban. Al terminar de pasar todos, agradeció esa ayuda espontánea… y diciendo: “he visto las maravillas de Dios”. Y se ganó otro aplauso.

Al terminar la misa nos tomamos una foto con todos los catequistas. Pero ciertamente que me ha quedado en la mente el gran gesto de William y de la gente. El buen corazón de esta gente. Pues William mostraba el amor que tiene por su vocación de catequista, y por la iglesia, y por esa pequeña aldea a la cual sirve. Fue un gran ejemplo para los demás catequistas, lo que vivimos en la iglesia hoy, pues muchos de los catequistas jóvenes ven difícil seguir adelante, cuando tienen dificultades económicas. Y aquí vieron lo que es ser catequista por vocación. Y por otra parte hemos visto el gran gesto de toda una comunidad, aportando espontáneamente, y haciéndolo con mucha alegría y emoción. Pude ver lo que significa ser una verdadera comunidad, una verdadera familia. Puedo ver cómo crecen espiritualmente, porque por los frutos se conoce el árbol. Y eso da mucha alegría a todos, no sólo a los misioneros.

Como si fuera poco, me queda todavía más para contarles, sobre cómo nos recibieron a los misioneros que nos vinimos a vivir a esta parroquia… pero ya es suficiente para esta crónica. Quedaría para más adelante, si es que se da la oportunidad. Mejor me voy despidiendo, para que no se haga muy largo. Les cuento en dos palabras, sobre todo para que recen, que estamos con dos Misiones Populares, en dos aldeas, Namba Nane y Namba Moja, con casi 50 misioneros entre sacerdotes, religiosos y religiosas, y jóvenes de las Voces del Verbo. Los padres Francisco Rossi y Pablo Folz, son quienes están predicando estas misiones. Les pido muchas oraciones por los frutos. Las misiones terminarán el domingo 16 de julio.

¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE