Por: P. Diego Cano, IVE
Kangeme, Ushetu, Tanzania, 25 de febrero de 2022
El sábado pasado hice bautismo de «mapacha», es decir, mellizos. No es una cosa extraña en nuestras culturas occidentales, pero aquí en nuestra misión, implica un hecho muy particular. Cuando uno está «recién llegado», hay muchas cosas de la cultura o de las tradiciones del lugar que ignora, por no decir que ignora todas. El caso de los «mapacha» es una de ellas. De hecho, antes de escribir esta crónica me tuve que poner a investigar, para poder contarles con más exactitud.
Si comienzo por el principio, debería decirles que aquí en Tanzania, por estar en un lugar de misión, y sobre todo en las parroquias que tenemos, muy alejadas de la ciudad y con mucha gente en el campo, en el asunto del bautismo de niños pequeños rigen varias reglas que nos soprenderían, como les suele pasar a los misioneros que llegan nuevos. Es una norma aquí que no se bautizan los bebés o niños sin uso de razón, si los padres no viven la vida cristiana, es decir, que puedan recibir los sacramentos. La razón fundamental, es que estamos en una cultura pagana, y la influencia es muy grande. Mucha gente no sabe lo que es el bautismo, y a la vez después de bautizado puede vivir en un ambiente totalmente pagano, en una casa donde el padre practica la polgamia, por ejemplo, teniendo dos o tres «esposas», con todos los hijos viviendo en un mismo lugar. Muchas veces, al vivir de esta manera, se «olvidan» (literalmente) de la fe, y siguen practicando sus costumbres y tradiciones paganas, con supersticiones, creencia en los espíritus, hechizos, brujerias, curanderismos, y una larga lista de etcéteras.
Entonces el misionero luego de un tiempo, y tomando experiencia y contacto con la cultura pagana, entiende porqué no se puede bautizar a ésos niños, pues no hay una fe en la que se pueda apoyar la esperanza de que vayan a recibir la enseñanza por parte de sus padres. Muchas veces esos niños cuando llegan a adultos ni siquiera saben si habían sido bautizados o no. ¿Y los padrinos? Claro que se eligen padrinos de bautismo, y estos sí deben ser católicos practicantes, pero acontece que tienen poca o ninguna influencia en la educación del niño o niña. Sucede con frecuencia que eligen a alguna persona de la aldea que recibe los sacramentos, como una cuestion formal, pues en la familia tal vez ninguno puede hacer el oficio de padrino. Muchos parinos ni recuerdan quiénes son sus ahijados. Me ha pasado en algunas celebraciones de bautismos que al padrino o madrina le pregunto el nombre del ahijado, ¡y no lo saben!
Todo esto que digo parece muy extraño, pero realmente es lo que nos pasa día a día en nuestras parroquias de la misión de Tanzania. Algunas veces nos sucede que algunas personas que se convirtieron de grandes, que se bautizaron, al tiempo regresan a sus costumbres paganas, llevan a sus hijos a los brujos, se casan con rituales paganos, y finalmente dejan totalmente la fe. La obra de la conversión profunda, y la evangelización de la cultura, es una obra de largo esfuerzo y perseverancia. Pienso que esfuerzo de varias generaciones de misioneros.
Entonces se ve conveniente, y así está establecido oficialmente en la iglesia de esta zona de África, que los padres se dispongan a vivir cristianamente, o que los niños esperen a tener uso de razón para recibir el catecismo y pedir el bautismo.
¿Y el asunto de los «mapacha»? Parece que nos fuimos por las ramas, y me olvidé del tema. Ahora vamos al asunto. Creo que era necesario una introducción para que se pueda comprender mejor porqué escribo una crónica sobre un bautismo de mellizos.
Al poco tiempo de iniciar el ministerio en estas tierras, cuando uno comienza a bautizar niños y adultos, sucede que llega el caso, por ejemplo, de un matrimonio donde el padre de los niños es pagano, la mamá de los niños es cristiana católica, y piden el bautismo de sus «mapacha». El catequista explica entonces al misionero que se debe bautizarlos, porque hay creencias de que uno de ambos niños puede morir, o que traerá desgracias a la familia, etc. Y si no se los bautiza, los llevan a los brujos y hacen sus rituales que duran hasta tres días en la tribu sukuma.
Leyendo e investigando un poco sobre las creencias paganas sobre esto, me he enterado que es una especialmente difundida entre los sukuma, que es la tribu que predomina en nuestra misión. Un chamán de la tribu sukuma al que le preguntaron porqué hacen estos «matambiko» (ritos paganos), éste respondía que era necesario para sacar esta «maldición» de los mellizos de una familia. Pues algunas personas de la tribu Sukuma creen que los niños mellizos poseen el destino de la familia. Si no realizan el ritual para quitar esta desgracia, la familia no tendrá éxito, ni en el cultivo ni en la crianza de animales. Y en algunos casos los mismos mellizos no podrán tener hijos.
Entonces sucede que de la parte cristiana, que ya ha dejado esas creencias supersticiosas, no quiere que la familia haga esos rituales. Cuando aquí decimos «la familia», también es algo muy fuerte, pues son padres, los abuelos de ambas partes, primos, tíos, y parientes en general. Para que todos se queden tranquilos, y pues la mayoria tal vez son paganos, o tienen estas creencias… es así que los traen a bautizar, y entonces ya todo queda en paz con esa parte de la «familia», y no es necesario recurrir a otras cosas, pues respetan mucho la fe católica y estiman la autoridad y poder del sacerdote y de los ritos cristianos (sacramentos).
Bien, entonces es así, el sábado pasado bauticé, como tantas veces, dos pequeños «mapacha». Ahí estaban el papá y la mamá, y la madrina y el padrino de ambos bebés. Antes del bautismo le pregunto al papá si estaba bautizado, y me respondió «No todavía». Pero entonces, ¿te vas a preparar para el bautismo?, le pregunto. Me afirmó que sí, y que ya estaba asistiendo cada domingo a la iglesia en su aldea de Senai. Le pedí que se hiciera la señal de la cruz, y no pudo completarla, haciendo un garabato delante del pecho, aunque yo hacía la señal de la cruz delante de él, para ayudarlo como a los niños de catecismo. Él mismo se rió, y nos causó gracia a todos, pero se veía que era sincero, pues ahí estaba, participando del bautismo de sus hijos, y miraba todos los ritos del sacramento con muchísima atención. Y cuando les iba explicando el significado de cada uno, no se perdía ni un gesto, y mostraba una gran sonrisa como quien va siendo iluminado por la luz de la fe.
Al finalizar, pocos cómo éramos, hicimos aplausos y vigelegeles, es decir fiesta y alegría por el bautismo.
Me alegro inmensamente de poder ver que nuestro trabajo en esta misión es predicar el evangelio a muchos que no conocen a Cristo, misionar en medio de tantos paganos.
A la vez les pido a todos ustedes por los paganos, por los catecúmenos, y en particular por estos mapacha que han sido bautizados. Pidamos por esta mamá, que siendo católica ha llevado a sus hijos al bautismo, y también lleva a su esposo a la fe. Que puedan mantenerse firmes en esa fe, y de esa manera la fe ilumine su hogar, y a toda la familia.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano IVE





