
En el sitio donde se encontraba la vieja fábrica de carbonato de sodio, en la zona meridional de Cracovia, en donde Karol Wojtyla de 1940 a 1944, se ha construido recientemente un Centro en honor a San Juan Pablo II. El Centro -un complejo que incluye la iglesia, salas de conferencias, aulas y una hospedería para peregrinos- ofrece la posibilidad, de organizar actividades para la difusión de la figura y enseñanzas del Santo Padre. Entre una de estas iniciativas, el Proyecto Juan Pablo II, intenta formar jóvenes americanos en el espíritu y enseñanzas del Santo con programas de intercambio, peregrinaciones, cursos y oportunidades para hacer voluntariado.
Este verano, nueve jóvenes americanos viajaron a Cracovia para llevar a cabo el «English immersion camp», un oratorio de ocho días, en el que participaron alrededor de 100 niños y jóvenes ucranianos que viven refugiados en la ciudad. Fueron invitadas algunas de nuestras hermanas para ayudar en este proyecto. Fuimos las hermanas Marie Notre Dame de Esperance, Mariyja Matka Bolesna y Maryja Czarna Madonna.
La jornada contaba con momentos de oración, juegos, talleres, deporte, cantos y pequeñas catequesis sobre la vida de distintos santos. Aunque la mayoría de los niños sabían muy poco de la fe católica, estaban dispuestos y contentos de escuchar todo lo que les contábamos.


El sábado hicimos una salida a la montaña y aunque el pronóstico del tiempo anunciaba lluvia, el Señor nos bendijo con un hermoso día. El sendero era perfecto para nuestro grupo: ni demasiado fácil para los más grandes, ni tan difícil para los más pequeños de cuatro y cinco años de edad; todos llegaron a la cumbre. A la mitad del camino encontramos un pequeño monumento en honor de Nuestra Señora de Czestochowa y una lápida conmemorativa de las caminatas que Karol Wojtyla realizó por este mismo sendero. Podríamos haber imaginado encontrar algo así, dado que la pequeña montaña está cerca de Wadowice, el pueblo natal del Santo Padre. Aunque era de suponer que podríamos haber encontrado monumentos como estos en la mitad de los senderos de Polonia, ya que Juan Pablo II era un intrépido deportista, verdadero excursionista, amante de la creación de Dios, como niño, joven y más tarde como sacerdote, obispo y Papa. Frecuentemente llevaba grupos de jóvenes a hacer excursiones, donde el contacto con la naturaleza crea un atmósfera ideal para elevar la mente a Dios, y este mismo deseo teníamos cuando pensamos en esta salida con nuestro grupo.

El domingo, con los padres (aunque la mayoría eran mamás) de los participantes del oratorio, tuvimos una “Jornada de las familias”. Nos reunimos para la Santa Misa, un picnic y juegos. Todos quedaron muy contentos, especialmente las mamás al ver a sus hijos divertirse, distraídos durante algunas horas de sus constantes miedos y preocupaciones.
Este «English immersion camp» de ocho días fue, en realidad, más bien un oratorio bilingüe (o incluso trilingüe, pues muchos de los niños más pequeños entendían más polaco que inglés); ¡tal vez los voluntarios de Estados Unidos aprendieron más palabras en ucraniano que los chicos en inglés! Pero nuestro fin principal no era de enseñar a los chicos inglés, por más que todos aprendieron al menos un poco; queríamos crear un ambiente -al menos por unos días- donde podrían aprender de la Fe, sentirse amados, y hacer amigos. Los más pequeños se divirtieron mucho, mientras los adolescentes estaban verdaderamente agradecidos. La adolescencia es una etapa difícil en sí misma, más aun viviendo en situación de guerra. Estos jóvenes han sufrido mucho en estos últimos meses, por eso esperamos que este oratorio les haya hecho sentir la mano de Dios en sus vidas, que no les ha abandonado y que es la única y verdadera fuente de paz y alegría.
Los voluntarios americanos también recibieron mucho de este oratorio; ¡cuánto es verdad que los que sirven son más beneficiados de los que son servidos! El comenzar cada día con un alegre desayuno en común, Adoración y Misa, fu clave para tomar las fuerzas necesarias para dar de nosotros mismos lo mejor y sin reservas durante todo el día, ya que sin la ayuda de la gracia hubiera sido imposible seguir adelante con buen espíritu y generosidad.
Pidamos que Nuestra Madre guíe a estos voluntarios en su búsqueda de la voluntad de Dios en sus vidas, y que Ella, Reina de la Paz, proteja a estos chicos ucranianos y sus familias, como también a todos los que sufren por la guerra y la violencia.
Hermana Maryja Czarna Madonna, SSVM




