Por: P. Carlos Renzo Almonte, IVE
Una de las cosas que más me llamó la atención apenas llegué a nuestra parroquia en Hong Kong fue el ver a varios fieles visitar la capilla del Santísimo Sacramento con mucha asiduidad. Y cuando digo asiduidad no me refiero solamente al aspecto repetitivo sino y, principalmente, al de permanencia. En efecto, pude constatar después de ya seis años misionando aquí, que dichas almas enamoradas de Jesús Eucaristía no escatiman el tiempo empleado en la adoración de nuestro Señor. Aún recuerdo cuando era seminarista cuando nuestros formadores nos predicaban acerca de la vida de algunos santos que distribuían su día en tres partes, a saber, la preparación para la Misa, la participación en ella, y la adoración y acción de gracias después de ella. Al respecto, he de ser honesto, no me era fácil imaginar aquella muy piadosa distribución del tiempo como algo fácil de practicar, y mucho menos, alcanzable para los simples fieles. Sin embargo, estaba muy equivocado, y eso es precisamente, lo que he podido constatar en medio de muchas almas generosas que “gastan” todo el día en la adoración de Jesús Eucaristía. Muchos de ellos vienen desde muy temprano a la Iglesia, algunos incluso 30 o 40 minutos antes de que se abra el templo. Es edificante ver aquellas nobles almas, pasear por los atrios ya rezando el rosario, ya deteniéndose delante de las imágenes de la Virgen, o de la Sagrada Familia, o de San Juan Pablo II, etc., rezando con mucha reverencia en cada caso. Una vez abierto el templo tienen media hora más para rezar y prepararse para el evento más importante de su día, la participación de la santa Misa. Inmediatamente después van a la capillita del Santísimo, San Pio de Pietrelcina, en donde la Sagrada Hostia es expuesta todos los días para la adoración que concluye a las 9 de la noche con la bendición. Además, el primer viernes de mes y el tercer sábado, hay adoración nocturna, donde con heroísmo nobles almas acompañan a nuestro Señor hasta el día siguiente que participan de la Misa diaria.
Observando y hablado con algunos de ellos, es que me di cuenta de la maravilla del don de Dios, pues encontré que en aquellas almas Dios venía realizando lo que en un momento como seminarista yo no creía realizable, al menos de forma tan sencilla como lo encarnan aquellas almas, haciendo fácil lo difícil. Tal es así, que puedo dar testimonio que aquellas almas viven de la Eucaristía, como toda la santa Iglesia está llamada a vivir. Muchos de ellos se toman sólo un breve descanso para el tiempo de los alimentos que, entre otras cosas, muchas veces lo hacen en los mismos ambientes parroquiales. Y por si eso fuera poco, la mayor parte de estas personas, oscilan en un promedio de 70 años de edad. Por eso, es que no quería dejar pasar la oportunidad para destacar este no pequeño aspecto de nuestra misión en Hong Kong, pues tengo entendido que ya son varios años[1] los que se viene realizando la adoración permanente en nuestra pequeña capilla a la que estas grandes almas de costumbres santas asisten cada mañana hasta el atardecer, para estar con nuestro Señor. Al verlas me evoca la memoria aquellas palabras del salmo 41 que bien expresa este magnífico portento: “como busca la sierva las corrientes de agua así te busca mi alma Dios mío”.
Quiera Dios que podamos a ejemplo de estas nobles almas, vivir hoy y siempre de la Eucaristía.
P. Carlos Renzo Almonte, IVE
Misionero en Hong Kong
[1] Desde el 2007.










