Por: P. Diego Cano, IVE
Kangeme, Kahama, Tanzania, 4 de julio de 2023.
El viernes pasado, después de la misa, un grupo de señoras, que pertenecen al grupo del Sagrado Corazón aquí en Kangeme, me pidió que las recibiera en la oficina, pues me querían dar el “pole” por el fallecimiento de nuestro fundador. “Dar el ‘pole’”, es dar las condolencias, y consolar de alguna manera, mostrando cercanía con la persona que ha sufrido la pérdida de un ser querido. La gente de estos lugares tiene esta hermosa tradición, y la cumplen con todo el mundo, con familiares, vecinos, amigos, y conocidos. Yo ya lo había experimentado cuando en el año 2015 falleció mi papá, estando yo aquí en la misión. Pero el viernes me llamó la atención, pues ya no se trataba de un familiar de sangre, sino de mi padre espiritual, del fundador y padre de todos los miembros de la Familia Religiosa. Y me admiró la bondad de estas señoras para percibir que para nosotros es una verdadera pérdida física de un padre.
En la acción de “dar el ‘pole’”, se suele dar realmente algo, no sólo las condolencias, sino que se aporta dinero o se hace algún regalo de comida. Una de las razones es porque siempre que hay un velatorio o entierro, hay muchos gastos extras para la familia, como viajes, recibir gente que viene, darles de comer, etc. Y otra razón es porque el recibir un regalo, ciertamente que nos consuela, de alguna manera. Como de hecho así lo pude experimentar ese día, porque lo que más consuela es el gesto bondadoso de la condolencia, gesto de cariño y amistad. En esta ocasión, las señoras me dieron 5.000 chelines tanzaneses (es decir dos dólares), y medio kilo de arroz. Un gesto muy hermoso.
Aproveché entonces para mostrarles los dos videos del velatorio en Génova y del entierro en San Rafael. Se admiraban todas de ver tan gran cantidad de padres, y sobre todo tantas religiosas. Miraron con mucha atención, y se alegraban de ver en el video algunos sacerdotes que han conocido porque nos han visitado en la misión. Guardan el recuerdo de todos los que han pasado por aquí. Ahí al momento de ir viendo los videos, y siendo que ya han pasado más de dos meses del fallecimiento del Padre Buela, me emocioné, y creo que ellas percibieron lo mucho que lo queríamos.
Apenas regresé a la misión, quise ponerme a escribir un poco sobre todo lo vivido entre Génova y San Rafael, que debemos decir que fue más de un mes. Un mes increíble, que siempre quedará grabado en nuestro corazón. En aquellos días, recién aterrizado, y con mucho “jet lag” o descompensación horaria… al no poder dormir, me ponía en la mente a repasar tantas cosas vividas, y también anoté algunas, como para no olvidarlas, durante los intensos días de los campamentos de niños, y que ahora vuelco en estas líneas.
La experiencia de encontrarnos tantos sacerdotes y tantas religiosas en Génova, la iglesia repleta de religiosos, las misas cada hora durante toda la noche, llenas de gente. El sentimiento de “agonía y éxtasis”, el dolor y la alegría, del que se habló al final de la misa. Y la emocionante despedida por cierto, pero sobre todo porque nos empezábamos a dar cuenta del impresionante legado que hemos recibido, en escritos, sermones, clases, retiros, Ejercicios Espirituales, viajes, convivencias, paseos, conversaciones, etc.
Y ni qué decir del mes en San Rafael, vividos en el seminario de la Casa Madre, donde íbamos recibiendo a los distintos seminaristas de tantas partes del mundo: Perú, Ecuador, Brasil, Estados Unidos… viviendo todos en el mismo lugar, rezando, haciendo eutrapelia, trabajando, y hasta haciendo apostolado juntos. Los días eran de gran alegría, imposible describirla. También llegaban religiosas de todos lados, de los estudiantados, hermanas apostólicas, y hasta contemplativas. En mi caso, por ser misionero en Tanzania, me invitaron a mostrarles la misión a muchos seminaristas y hermanas, por fotos y videos, y con largas conversaciones, respondiendo miles de preguntas. Algo que le sucedió a muchos sacerdotes misioneros que llegaron para aquellos días. Pero así nos alegrábamos todos, cuando en las “Buenas noches”, se podía escuchar el testimonio de los misioneros de tan diversos lugares, como de Tajikistán, Rusia, Siria, Papúa, Brasil, Chile, Perú, y tantísimos otros.
Es imposible para mí poder expresar cabalmente lo que vivimos todos en esos días, y particularmente en el momento final, y tan esperado, de recibir el cuerpo del padre Buela en nuestra Casa Madre, en la querida Finca. Ese mar de gente que estuvo allí, que vinieron de tan lejos, que pasaron todo el tiempo a rezar, las misas continuadas durante toda la noche, todo eso ha sido impresionante. Acompañar al cajón caminando hasta nuestro cementerio, rezando el rosario y cantando, la misa campal de cuerpo presente, y el emocionante entierro, llevado a cabo por los sacerdotes, y acompañado por una multitud. Es algo que nos ha unido muchísimo.
Y algo de todo eso me hizo emocionar, me parece, cuando miraba esos videos con las señoras de la parroquia esa mañana. Pensado que hasta aquí, hasta estos remotos lugares, llegaba la irradiación del bien que ha hecho el Padre Buela al fundar nuestra Familia Religiosa. Aquí estaban ellas, también compartiendo nuestro espíritu. Pues se las notaba dolidas por la pérdida, pero alegres al ver tantos y tantos sacerdotes y religiosas… tantos misioneros.
Pues bien, el saludo duró unos quince minutos en total, y nos despedimos, pero mucho me alegró el gesto caritativo de esta gente, su buen corazón.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE





