Por: Nov. Felipe Piergentili
En todo aniversario, tras un nuevo año que pasa, tras un año que se cumple; es justo dar gracias. Dar gracias por tantos bienes recibidos, tantas alegrías vividas; por tantas cruces, pues sabemos que darán fruto; en fin, por tantos regalos que nos ha hecho Dios a nosotros, sus hijos.
El domingo diecinueve de enero, en la convivencia que se está realizando en Bariloche, provincia de Rio Negro, Argentina; los novicios, junto con los seminaristas y formadores del Seminario “María Madre del Verbo Encarnado”, celebramos los treinta y cinco años del noviciado Marcelo Javier Morsella. Su aniversario es en realidad el 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de San Pedro, fecha que este año coincidió con el miércoles de Cenizas, por lo cual adelantamos el festejo. Fue este un día de verdadera acción de gracias por tantos novicios que han pasado y que hoy se encuentran por el mundo misionando, y por los que están; y de petición, para que sean muchas y santas las vocaciones que sigan pasando por él.
Por la mañana, con el canto de Laudes, dimos comienzo a un día de verdadera alegría y espíritu de familia, basados en la alegría de la Resurrección del Señor. Luego del rezo de Laudes y un desayuno festivo, tuvimos la Santa Misa presidida por el P. Joaquín Vicente, maestro de novicios, quien predicó acerca de la importancia de ser, como Cuerpo Místico, el lugar para “completar lo que falta a la Pasión de Cristo”, haciendo eco de las palabras del apóstol san Pablo, ofreciendo la otra mejilla.
Terminada la Misa, acción de gracias por excelencia, tuvo lugar el almuerzo. Este, propio de un domingo y no de un domingo cualquiera, con el típico y ya clásico eutrapélico fogón, vivido con una alegría propia de algo no fundamentado en cosas materiales. Allí, el conjunto folklórico del seminario y luego el del noviciado se encargaron de ponerle un tinte musical; mientras que un novicio, hizo presente la poesía recitando una obra al Cristo de la Quebrada, de autoría propia; y un seminarista entretuvo al público con sus cuentos. Luego el grupo actoral san Felipe Neri representó cómicamente un resumen de lo sucedido en las distintas salidas, ya sea de pesca o de montaña, que se realizaron en los últimos días de la semana.
Luego de una tarde pasada en comunidad y de tomar fuerzas para las salidas que se vienen en la próxima semana de convivencia, continuamos dando gracias con la adoración Eucarística y las buenas noches. Allí con el canto de Vísperas y al recitar el Magníficat, dimos gracias, por medio de nuestra Madre y Patrona, por tan grandes cosas que ha hecho el Poderoso en estos treinta y cinco años de noviciado, y por tantos frutos que la formación en los novicios ha dado en la Evangelización de la cultura.
“La vida aquí es un anticipo del cielo, nunca estuve tan feliz”, dijo nuestro patrono Marcelo Morsella. Y hoy, a pesar del paso del tiempo y de las dificultades, podemos seguir repitiendo aquella frase, no sólo de palabras sino de obras, como se ha vivido el pasado domingo luego de treinta y cinco años de fundación. Es un anticipo del cielo, que no prescinde de la cruz; un anticipo del cielo que brota de la cruz, que se fundamenta y tiene su principio en la cruz.
Confiados en que nuestro patrono intercede por nosotros desde el cielo, damos gracias a Dios por tantos años de noviciado, por tantas vocaciones que han pasado por él, por tantos misioneros que se comenzaron a formar en él, y hoy se hallan por el mundo anunciando a Cristo; y pedimos para que cuide nuestro noviciado e instituto, y envíe muchas y santas vocaciones que sean pregoneros del Evangelio y esclavos e hijos de María.
Nov. Felipe Piergentili
Noviciado Marcelo Javier Morsella





