Por: P. Diego Cano, IVE
Kangeme, Kahama, Tanzania, 9 de febrero de 2023
Les contaré, con tiempo y tranquilo, el viaje que hice para visitar la diócesis de Lindi, al sur de Tanzania, a orillas del océano índico. Desde nuestra misión hay que recorrer 1.570 km para llegar allí, y por lo tanto entre ida y vuelta he viajado 3.140 km en bus… ¡y hay que ver lo que son esos buses! Comprenderán entonces que se trata de una verdadera odisea el viaje por tierra. Creo que al contar con un poco de detalle, también se puede dar a conocer un poco más nuestra realidad de la misión de Tanzania.
El obispo de Lindi, Mons. Wolfgang Pisa, nos encontró aquí en Kahama cuando vino para la consagración del nuevo obispo de la diócesis. Intercambiamos números de teléfono y me dijo que nos quería invitar a visitar su diócesis. Se concretó este proyecto en enero, aprovechando que debía ir a la capital de Tanzania, Dar es Salaam, para algunos trámites. Ya el viaje a Dar es Salaam en bus es tremendo, porque se trata de un viaje de 17 horas por lo menos, en un colectivo que no tiene baño, y los asientos que son un poco angostos se reclinan muy poco.
Por ser un viaje tan largo, están establecidas tres paradas durante esas 17 horas, para ir al baño, estirar un poco las piernas, y comprar algo para comer. Las paradas son de diez minutos exactos, así que cuando se llega al lugar establecido hay que ser muy ordenado y hacer todo rápido. Es increíble como todos están de regreso en el bus en el momento de salir. No se espera a nadie, y si alguien tiene la mala fortuna de atrasarse, debe arreglárselas para alcanzar el bus que ya sigue en camino. Generalmente se debe acudir a una motocicleta taxi (vodavoda en swahili), que corre más que el bus, y lo alcanza a los pocos kilómetros, pero con el susto de la carrera a 100 km x hora. En fin, digamos que nadie quiere quedarse en la parada, y todos como si fueran soldados entrenados, hombres, mujeres y niños, están en sus lugares antes de partir. Se suma en estos viajes el tremendo calor de algunos lugares por donde se viaja, especialmente al mediodía, en un bus que no tiene aire acondicionado, pero se refrigera abriendo las ventanillas. Por eso, es mejor que se detenga lo menos posible.
Dar es Salaam siempre es siempre una ciudad muy calurosa y húmeda. No estamos acostumbrado a ese clima. Se hace necesario por lo menos el ventilador para poder dormir. Gracias a Dios pude hacer todos los trámites temprano, y esperaba viajar al otro día hacia Lindi. Era la hora del mediodía. Le llamé al obispo y me pidió que viajara ése mismo día, pues al día siguiente tenía otras visitas y quería que estuviéramos juntos en el recorrido que haríamos por varias parroquias de su diócesis. Que me fijara porque hasta las dos de la tarde podía conseguir algún transporte. El viaje hasta Lindi son casi 500 km, y se recorren en unas ocho horas. Comencé el recorrido por las distintas estaciones de buses desde donde salen hacia el sur, y en todos lados nos respondían con una negativa, pues los buses estaban llenos. Hasta el taxista, conocido nuestro, me decía que sería fácil comprar un boleto para el otro día. Le dije que intentáramos todas las posibilidades, así que fuimos a la última de las estaciones que nos faltaba, y que si no me equivoco se llamaba “Mbagala”.
Allí encontramos un bus chico, que tiene asientos rígidos, pequeños y de esos buses que no se pone en marcha hasta que estén todos los lugares ocupados. Supuestamente la salida era a la una de la tarde. Me despedía del taxista que me deseaba un buen viaje, con una sonrisa pícara. Allí “me sentaron” en un lugar, desde donde no me moví más. Creo que no podía moverme sin molestar a medio bus. Junto a mí iba una señora con su hijo de un año y medio. En los pasillos también se sienta gente. Y debajo de los asientos van poniendo todo lo que se nos ocurra. La gente es muy tranquila aquí en Tanzania, y se entablan conversaciones y simpatías. Se sorprenden que un blanco viaje en un transporte como ése, y creo que cuando uno se ríe, y les saluda en swahili, se ponen muy contentos. Se intercambian algunas preguntas, saludos, pareceres… y listo, ya está uno muy cómodo (en cuanto al trato me refiero, que el bus no nos deja sentirnos así). El tiempo pasaba, era la una de la tarde, y yo no era el único que se estaba muriendo de calor. Poco a poco se comienza un pequeño tumulto, sobre todo verbal, imprecando al chofer, siempre en parámetros normales. Al fin, cuando el chofer entendió que no había más lugar, y que no tenía sentido seguir esperando bajo el sol abrasador de Dar es Salaam, nos pusimos en marcha a las dos de la tarde. El niño del asiento de al lado me miraba con susto, pero cuando se dormía no tenía reparo de dormir sobre mi brazo. Los asientos son tan pequeños que era imposible que estuviera en posición horizontal sin ocupar dos lugares. Como les decía acerca del viaje desde Kahama, todo va muy bien mientras hay movimiento. Lamentablemente este bus para a cada rato para subir o bajar gente, subir y bajar cargamento. Pero al fin a las 11 de la noche estaba llegando a Lindi y me despedía de los compañeros de asiento de tantas horas.
Me fue a buscar allí un sacerdote muy joven, que apenas tenía cuatro meses de ordenado y que vive con el obispo. Es un sacerdote capuchino, y que está destinado a ir dentro de algunos meses a Papúa Nueva Guinea, ya que esa misión depende la provincia de los capuchinos de Tanzania.

Al llegar al obispado me invita a sentarme a la mesa para comer algo antes de ir a dormir. Cuando estábamos en ésa ocupación, vino el obispo a saludar, a pesar de ser tarde. Se sentó a la mesa y se puso a charlar muy sencillamente. El obispo también es capuchino, y es un obispo nuevo, ordenado en junio del año pasado.
Al día siguiente concelebramos la santa misa con el obispo emérito, y con los sacerdotes que estaban de visita, que allí me entero eran el provincial de los capuchinos en Tanzania y el ecónomo. Junto con ellos hicimos el recorrido por ocho parroquias de la diócesis, en dos vehículos, con el obispo y su secretario. Los capuchinos en Tanzania son más de 200, y la provincia es muy grande y con acción en algunos países vecinos también. Atienden 31 parroquias en diversas diócesis de Tanzania. Fue muy agradable hacer la visita con ellos, son muy buenos y afables. La visita incluyó también el paso por el seminario menor de la diócesis, y terminamos pasando por la catedral, para conocer. Fue un día muy lleno de experiencias, y me gustaría poder contarles en la próxima crónica, pues se trata de una diócesis muy diferente a esta, la de la Kahama. Hay mucho para comentar y conocer. Espero poder escribir de nuevo la próxima semana… así terminamos el viaje por Lindi.
¡Firmes en la brecha! ¡Viva la misión!
P. Diego Cano, IVE





