Por: P. Diego Cano, IVE
Musoma, Tanzania, 16 de agosto de 2021
Hace muchos años que estoy en la misión, y no conocía la aldea de Iraki. Apenas si una vez pasé por allí, hace unos meses atrás, cuando viajábamos hacia el sur de la parroquia de Ushetu, probando nuevos caminos para poder pasar el rio. Este poblado está a unos cinco kilómetros de la capilla más cercana, que es la de “San Esteban Protomártir”, en la aldea de Mbika. No es muy lejos de la casa de la misión, pero nunca lo consideramos como una aldea, como un poblado.

Este año, gracias al fervor apostólico del catequista de Mbika, comenzamos a conocer un poco más de Iraki. Este catequista nos dijo que había mucha gente allí, y también algunas familias cristianas, que venían algunas veces hasta Mbika para rezar. Pero que ellos mismos decían que les quedaba lejos, que había mucha gente, incluidos algunos cristianos, que no venían porque les quedaba muy lejos la iglesia.
Entonces el catequista se decidió a comenzar a visitarlos para que formen un “jumuiya”, es decir un grupo de familias, que se juntan a rezar en las casas de los que son católicos, cada semana en una casa distinta. Esto lo hacen los días miércoles, y es costumbre en todo Tanzania. Así se comenzó el “jumuiya de Iraki”, y pidieron que les vayamos a celebrar misa, para comenzar formalmente y para que los pudiera conocer.
El sábado pasado fui a celebrar la misa por primera vez en este lugar. Se habían preparado muy bien, y también habían venido muchos feligreses de la aldea de Mbika, para estar presentes, y para animarlos. Estuvieron los miembros del coro de Mbika, los monaguillos, y las niñas de la infancia misionera. Celebramos en un pequeño terreno que les han prestado por un tiempo, pero que no tiene nada, salvo la sombra de los árboles. En ése lugar rezamos el rosario mientras confesé a unas tres o cuatro personas… y luego comenzamos la santa misa. Muchos de los que estaban participando, la gran mayoría, son paganos, pero que han escuchado hablar de la fe católica, y quieren unirse a la iglesia. La mayoría de los niños no sabían ni hacerse la señal de la cruz, lo mismo que los adultos. Participaron todos muy bien, tal vez prestándole demasiada atención al coro, y a las niñas que bailan, pero aún así es un gran mérito… pues para muchos de ellos era la primera vez que participaban de una misa. Yo me alegraba, que a pesar de que mucha gente estaba distraída, charlaban, o masticaban algo… sin embargo, era la primera vez que Cristo Eucaristía estaba en ese lugar. De esa manera sigue avanzando la fe, y venciendo a las tinieblas del paganismo.
En la misa les conté la historia del Santo Cura Brochero, que deseo que sea el patrono de la futura capilla, Dios mediante. Me parece que es un patrono muy adecuado a esta misión, pues se trata del ejemplo de un sacerdote incansable, que llegaba a todos los puntos de su inmensa parroquia, y con tanto trabajo, no sólo llevó prosperidad material, sino sobre todo llevó a sus feligreses a una verdadera conversión. Costaba un poco que no se distrajeran en el sermón, sobre todo por estar rezando en un lugar abierto, y cualquier cosa que pasaba, los distraía.

Otra cosa que les causaba gracia, es el nombre de “Brochero”, que es totalmente desconocido para ellos. Además que para los sukuma es muy complicado pronunciar la letra “R”, y muchas veces las hacen como “L”. Encima, para sumar dificultad, en la letanía “Santo Cura Brochero”, en swahili, se encuentran tres “R”, que lo hace parecer un trabalengua. De todas formas, con un poco de práctica, se van acostumbrando. Pero durante las palabras finales, cuando hablaban los líderes de la aldea, agradeciendo por la misa, y por poder comenzar… se veían en un aprieto para decir “Santo Padre Brochero”, y sudaban, haciendo reír a todos los presentes, pero creo que de apoco se van acostumbrando.
Antes de terminar la misa le entregué al líder del “Jumuiya” un cuadro de la Virgen de Schoenstatt, que me regaló una señora amiga de Argentina, miembro de este movimiento. Les dije que cada vez que se junten a rezar, pongan la cruz en la mesa, como es tradición, pero que también pongan a “la Mater”, la Madre de Cristo, que siempre estuvo junto a Jesús, sobre todo la recordamos presente al pie de la Cruz. Sé que la Virgen los ayudará a seguir adelante, y seguir creciendo en la fe.
Después de la misa comimos todos juntos en el mismo lugar de la celebración, debajo de los árboles, y luego me llevaron a conocer un terreno que quieren comprar para la futura capilla. El lugar no estaba muy lejos, pero fuimos en camioneta con todos los líderes y el catequista, para volver pronto. El terreno es realmente muy bueno, grande, y muy apropiado. Decidimos hacer todo lo posible por comprarlo. Ya en ese momento algunos de los presentes comenzaron a ofrecer su colaboración.
Al regresar al lugar de la misa se realizó una reunión, con mucha formalidad. Allí se hablaron los asuntos de organización, como por ejemplo la hora de la celebración de los domingos, y cómo van a hacer para construir una capilla de barro que dure un tiempo, mientras siguen adelante con la compra del terreno y la construcción de la iglesia definitiva. Ellos saben que en unos meses comienzan las lluvias y ya no podrán reunirse debajo de los árboles.

Luego de la reunión nos despedimos, y quedaron muy animados. Ellos tienen muchos deseos de formar una capilla nueva. Es decir, que los consideremos como una aldea nueva, no dependiendo de la aldea de Mbika. Creo que tienen casi todas las condiciones para serlo, pues están lejos, y a la vez pude ver mucha gente, y hay algunos laicos con alma de líderes que parece que podrían llevar todo adelante. Pero como pasa siempre, nosotros los misioneros queremos que vayan dando los pasos de a poco, por el riesgo de que sea un fervor pasajero, como nos ha sucedido en otros lugares. Queremos que la semilla de la fe no caiga entre piedras, y brote rápidamente, pero así de rápido se seque, por falta de raíces. Intentamos, al formar este nuevo “jumuiya”, que comiencen a rezar, que formen una comunidad, y que el catequista llegue cada domingo para hacer la celebración de la palabra. Cada semana también comenzarán a tener catecismo los niños… y así de a poco la semilla de la fe, pequeña como un grano de mostaza, crecerá hasta formar un gran árbol, con paciencia, trabajo, y constancia.
Encomendamos a vuestras oraciones nuestros cristianos del Jumuiya “Santo Cura Brochero” de Iraki, en Ushetu, para que sigan creciendo en la fe día a día.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE





