Mi nombre es María de los Dolores Pérez, y formé parte del primer grupo de Servidoras que llegó a la Blanca Arequipa el miércoles 24 de abril de 1991 para fundar una comunidad religiosa. Mis compañeras de fundación fueron la M. María de la Carrodilla Rodríguez, superiora de esta comunidad, María de la Misericordia Rugoso y María de Pompeya Farías.
En aquellos primeros comienzos, cuando todo estaba lleno de novedad y la misión nos llenaba de expectativas, pues recién comenzaban las fundaciones, recibimos la hermosa noticia de que fundábamos en el Perú. ¡Nos parecía lejísimo! ¡Cuánto entusiasmo para preparar el viaje! El viaje lo hicimos en vehículo particular, atravesando Chile… y pasando por un largo desierto llegamos a las menos áridas tierras arequipeñas. Ya estábamos en nuestro nuevo hogar, ahora había que florecer en santidad. Éramos una comunidad muy unida, nos queríamos como verdaderas hermanas, y aprendíamos unas de otras pues todas éramos muy jóvenes. Comenzamos a vivir en la casa contigua a la Capilla de la Virgen de los Dolores, actual parroquia “Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de América”, por disposición de Monseñor Vargas Ruiz de Somocurcio (†), quien nos recibió en su Arquidiócesis; esta capilla estaba bajo la atención pastoral del IVE.
Ni bien estuvo acondicionada la casa nos mudamos a vivir allí. Fue un comienzo bendecido tanto con la pobreza como con una gran alegría. La vida diaria la organizamos como aprendimos en el convento San José. Una diferencia era que para el rezo del Ángelus íbamos a tocar la campana de la Iglesia. Así lo hicimos, y cuando comenzamos a hacerlo, la gente del barrio venía a preguntar quién se había muerto, pues ellos sólo le daban ese uso. Así de a poco se fueron enterando que ahora allí vivían “las madrecitas”, como nos llamaban con mucho cariño. Y con el mismo cariño y gran generosidad comenzaron a ayudarnos y proveer a nuestras necesidades.
Una ayuda paternal y siempre generosa la tuvimos, desde el primer momento, por parte de la comunidad de sacerdotes y religiosos del Instituto del Verbo Encarnado, razón esta por la que les estamos siempre agradecidas.
Ya antes de salir de Argentina habíamos recibido una vocación del Perú. De a poco nuevas jóvenes comenzaron a concretar su vocación. Con los años hemos visto con gran alegría cómo la Provincia ha crecido bajo el manto de la Mamita de Chapi, y Dios ha ido realizando su obra, la misma que quiso iniciar con las seis jóvenes profesas hace 30 años.
Que Dios siga bendiciendo a la Provincia del Perú, y bendiga a todas las Servidoras que han misionado allí dando lo mejor de sí por la gloria de Dios y la salvación de las almas. ¡Felicidades a todas!
María de los Dolores Pérez,
Monasterio “San Juan de Ribera”, Alcoy, España















