Queridos todos:
Como bien sabemos el día de la festividad de la Transfiguración es el día en que conmemoramos nuestro fin específico. Así lo señalan nuestras constituciones y remarcan que es por este mismo fin, que es la evangelización de la cultura, por el que debemos diferenciarnos de entre las demás congregaciones religiosas que existen en la Iglesia.
Podemos decir, entonces, con toda libertad que en aquél glorioso día del monte Tabor hemos nacido. Hemos nacido entre las altas cumbres, entre la luminosidad del Verbo y la aparición del Patriarca y del Profeta; entre la voz del Padre Eterno que mandaba escuchar a su Hijo.
Ese día, del cual estaba vedado hablar hasta la Resurrección del Primogénito de entre los muertos, ha sido nuestra fecha de nacimiento, porque en él se manifestó nuestro fin específico, nuestra marca distintiva, nuestro timbre de honor.
Y como toda fecha de nacimiento debe ser recordada y celebrada año tras año, porque es realmente digna de memoria.
Así lo hicimos en Filipinas: la tierra que es confín del Oriente y Occidente, donde nace y muere el sol. Así lo hicimos en el seminario “Nuestra Señora del Sheshan” en la ciudad de Lipa, Batangas.
Pero el 6 de Agosto nunca viene solo. Es necesario recordarlo y festejarlo por varios días… y así nace la semana cultural. ¿Y qué mejor celebrarlo que manifestando nuestro deseo de no ser esquivos a la aventura misionera, de inculturar el Evangelio en la diversidad de todas las culturas?
Así lo hicimos en Filipinas.
El domingo 03 tuvimos nuestro primer convivium. Se explicó qué es un convivium, cuál es su fin y cómo fue su origen. Se presentaron algunas canciones tradicionales de Taiwán, China y Filipinas además de algunas poesías, música clásica, etc.
El martes 05 tres seminaristas presentaron una mensual sobre la colosal obra misionera de los jesuitas en China, destacando la obra de Matteo Ricci como claro ejemplo de verdadera inculturación. Y cabe destacar aquí algunos rasgos de su vida.
Matteo Ricci sacerdote jesuita e italiano de nacimiento, ha sido, como dice un autor chino contemporáneo el “primer europeo que se ha vuelto chino”. Durante su temprana estadía en Macao mediante el estudio de las ciencias experimentales, tales como la astronomía y geografía, alcanzó tal fama que fue llamado por el mismo Emperador a establecerse en Pekín. La frontera más estricta que jamás vio la Historia fue traspasada únicamente por un sacerdote que deseaba ardientemente llevar la Fe a los paganos. De nada valieron los esfuerzos de muchos comerciantes portugueses; Ricci fue el pionero en el ingreso a China. Alcanzó el mismo corazón del Imperio del Medio y a través de su diálogo con el Confucionismo y de la ciencia, llevó la verdad de la Fe católica, sin mancha alguna, a los mismos palacios de la Ciudad Prohibida. Son sus libros clásicos de la cultura china, leídos y estudiados por los universitarios, por los hombres letrados siendo que en ellos se explican las verdades de nuestra Fe.
El miércoles 06, festividad de la Transfiguración, celebramos la Sta. Misa con toda la familia religiosa. En dicha Misa varios seminaristas hicieron sus primeros votos y otros los renovaron. Asistieron varias familias de los seminaristas y algunos miembros de la Tercera Orden. Después de la Misa tuvimos los festejos con un almuerzo y fogón… como es costumbre.
A la noche de ese mismo día tuvimos la políglosis, manifestando la variedad de las culturas y la importancia de la lengua como rasgo fundamental y principal de una Nación. Fueron presentadas por los seminaristas varias piezas literarias en diferentes idiomas: mandarín, cantonés, taiwanés, hakka (dialecto del sur de China), dongpeihua (dialecto del noreste chino), filipino, pangasinense (dialecto filipino), inglés, francés, italiano, español, latín y griego. Gracias a Dios todo fue de mucho provecho.
Mostramos así el anhelo de “prolongar la Encarnación en todo hombre, en todo el hombre y en todas las manifestaciones del hombre” sabiendo que es necesario para los misionero aquello que dice San Juan Pablo Magno: «aprender la lengua de la región donde trabajan, conocer las expresiones más significativas de aquella cultura, descubriendo sus valores por experiencia directa», pues «solamente con este conocimiento los misioneros podrán llevar a los pueblos de manera creíble y fructífera el conocimiento del misterio escondido»[1].
Y así lo hicimos en Filipinas. Tratamos de celebrar y recordar nuestro nacimiento con lo que no nos es ajeno: la cultura.
Agradecemos a Dios tantos regalos concedidos por Su Bondad. Le agradecemos el habernos llamado a esta pequeña Familia religiosa, con este fin específico, que no es más que hacer brillar la luz que fulguró en el Tabor en todas las realidades auténticamente humanas, a través de la asunción, purificación y divinización.
Y cuando así lo hagamos escucharemos desde la nube: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Mc 9, 7).
Padres del Instituto del Verbo Encarnado, misioneros en Lipa (Filipinas)
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[1]Redemptoris Missio, 53.