Cada 24 de mayo, en China y Taiwán se celebra la Fiesta de Nuestra Señora de Sheshan. Siendo imposible trazar siquiera un bosquejo de los incontables festejos de esta fecha mariana tan cara a la creciente Catolicidad del Celeste Imperio, en esta crónica nos limitamos a contar, no sin brevedad, como celebró a Nuestra Señora de Sheshan la Legio Mariae de nuestra periférica Parroquia de Taiping, en la Isla de Taiwán.

taiwan1A las 8 de la mañana, luego de la Adoración Eucarística -se expuso el Santísimo durante una hora-, el Párroco, cuyo nombre chino es «Fu», celebró la Santa Misa y predicó en chino «las glorias de María» -al decir de San Alfonso-. No fue una «Misa de horario», sino una Misa celebrada ad hoc. La Legión se hizo presente, como también otros parroquianos, deseosos de honrar a su Madre de Sheshan, aun cuando no los obligaba ningún precepto.

Siendo que Taiwán es aun una tierra donde la Misión está en sus inicios, no abundan los templos destinados al Culto verdadero, por lo cual no es fácil diseñar itinerarios de peregrinación. De todos modos, terminada la Misa, la Legión, fiel a sus nobles tradiciones, salió a peregrinar lejos a dos lugares marianos.

Viajamos en dos camionetas hasta una ciudad muy turística, donde no hay ninguna iglesia, pero hay un ferry «católico» -puesto por un Misionero con el fin de juntar limosnas para las Obras de Misericordia-. Nos subimos al ferry, atravesamos una bella bahía de aguas verdes y llegamos a un pequeño islote, donde hace poco plantaron una digna ermita a Nuestra Señora, ante la cual rezamos de pie el Santo Rosario -fue la primera vez que el suscripto puede recitar en chino el Avemaría sin «machete»-.

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Terminado el Rosario, tuvo lugar una bellísima tradición china: un fiel grita tres cosas -para mí aun ininteligibles- y luego de cada grito, todos hacen tres muy profundas reverencias a la Virgen. Además, le dedicamos varios cantos a la Virgen y cada uno de los presentes le hizo una ofrenda floral -íbamos pasando de a uno, con perfecto orden-. Valga decir que no éramos los únicos en este islote. Había mucha otra gente, pero la Legión de Taiping supo dar testimonio de la Fe Católica, sin que se note -ni aun en los varios hombres de la Legión- ni una pizca de «respeto humano».

Almorzamos unos platos típicos hechos por los vienchumines -que son los aborígenes taiwaneses- y luego peregrinamos a un Santuario de la Virgen ubicado en la ciudad de Puli, donde arrodillados meditamos en silencio, rezamos las Letanías Lauretanas y una Religiosa nos habló media hora sobre algo. No me pregunten sobre qué ya que ni siquiera terminé la cuarta lección del libro de mandarín, pero supongo que habló sobre alguna cosa de nuestra Fe… Al menos pude comunicarme con un chino que -como si yo fuera un «bicho raro»- me sacó una foto en la peatonal y con una niña de unos 8 años -que nos cruzamos por el camino- quien, si bien está bautizada, jamás había oído hablar de Dios.

Nos encomendamos a vuestras oraciones por los frutos de la apasionante Misión en Extremo Oriente.

P. Federico, Misionero en Taiwán