Belén, 2 de diciembre 2018

Si bien “todo el año es Navidad en Belén”, podemos decir que ya desde los primeros días de diciembre ella se viste atavíos festivos y comienza a celebrar aquel suceso trascendente que dividió en dos la Historia: la aparición del Verbo de Dios envuelto en ‘ropajes humanos’.

Toda Belén luce engalanada, hasta las pequeñas callejuelas y senderitos serpenteados que trepan las montañas, por donde antaño caminaba la Sagrada Familia buscando cobijo, se adornan ahora de luces, colores y gozo, reviviendo el paso de san José, de la Santísima Virgen y del Niño Divino en brazos de su Madre. Todo el mundo en estos días mira a una gruta, un hueco entre las piedras de la montaña que se abrió para acoger el secreto de los cielos: ¡al Verbo hecho carne!

Sí, ¡la Belleza esplendente del cielo fue acogida en su llegada a este mundo por un hueco en las montañas, un rincón donde se resguardaban los animales! Y aun hoy Belén celebra agradecida la llegada de Dios hecho Niño a la tierra.

Tiene Belén la gloria de haber sido la primera en contemplar a Dios en la carne, de haber visto el rostro de Dios en el Niño del pesebre; tiene la gloria de ser la primera en haber oído los gemidos de Dios infante; de haber contemplado el brillo de sus ojos divinos hecho ahora un lactante indefenso; tiene la gloria de ser la primera en haber escuchado la dulzura de su voz hecha sollozo.

Belén, un pequeño pueblecito, pobre y poblado de pastores, tiene la gloria de haber sido la primera… la primera en contemplar al Verbo de Dios hecho carne.

El sábado 2 de diciembre era la fecha fijada para iluminar el árbol de Navidad de la plaza de Belén, frente a la Basílica de la Natividad. En medio de una alegría serena y desbordante se dieron cita desde muy temprano en la plaza de Belén un gran número de peregrinos (llegados desde más de 75 países), fieles locales de los diferentes ritos venidos de diversas partes de Palestina, muchos consagrados, cristianos ortodoxos, protestantes, grupos y asociaciones locales, familias musulmanas, representantes del gobierno.

Muchos de ellos vienen, aun sin saberlo, llevados por la atracción irresistible que ejerce en las almas Dios encarnado. Él, con su Encarnación redentora sigue congregando aun hoy, y en la plaza de Belén, a hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. Cientos de personas allí congregadas, aun personas no creyentes… allí, frente a la gruta del Nacimiento de Nuestro Señor celebrando el inicio del Adviento…; funcionarios de gobierno mencionando en sus discursos el ejemplo de los santos y la necesidad de la caridad.

Han presenciado una sencilla y hermosa representación del pesebre viviente, han oído el relato de las profecías que anunciaban un Salvador, han oído los villancicos y cantos navideños interpretados por diversos coros y artistas locales y extranjeros, han presenciado la bendición del árbol de Navidad impartida por obispos y un gran número de sacerdotes. Muchos han venido –aun sin saberlo– a celebrar un anonadamiento ¡es la fiesta de la humildad!

Al final de la cuenta regresiva, fue encendido el árbol de Navidad de la Plaza de Belén y los ojos de todos los presentes se dirigieron al cielo para admirar la algarabía, y el despliegue de colores y el brillo de las luces y de los fuegos artificiales. Se adivina en las miradas un rayo de esperanza.

 

Si el Verbo ha venido en carne, la Paz es posible, es posible la unidad. Belén se viste con atavíos de Navidad y nos recuerda que Dios ha pasado por aquí, ha pisado esta tierra y la ha santificado para siempre. Él ha dejado en ella un no sé qué, que hace que el alma siempre quiera volver a Belén y mire hacia ella con ansias de cielo, con ansias de la humanidad de Nuestro Señor, que es nuestra felicidad.

Si las montañas esbeltas e imponentes, conmovidas de ternura, abrieron grietas en sus rocas para cobijar a Dios hecho Niño, también nuestros corazones despojados de orgullo y de mezquindades pueden dilatarse para acoger cálidamente al Verbo Encarnado.

En Belén Dios se ha mostrado al mundo hecho uno de nosotros.

En Belén Dios se ha mostrado al mundo hecho un Niño que llora.

En Belén, Dios hecho Niño habla al mundo de amor hecho sacrificio, habla al mundo de paz, de perdón, de amor dispuesto a entregarlo todo y a perderlo todo por el bien verdadero del amado.

Cada rincón del mundo puede ser Belén, basta solo un corazón dispuesto a hacer de sus entrañas una gruta para acoger al Niño Dios.

Madre María de Nazaret